Hace poco más de un mes compré este libro y ahora estoy empezando a leerlo. A medida que vaya leyendo los relatos incluídos intentaré reseñarlos aquí, en lo que será el segundo dossier de Los Latidos después de la serie sobre Zebda. Sin embargo, antes de empezar con el dossier me gustaría dejar constancia de unas cuantas consideraciones previas.
Durante los últimos años se ha ido gestando una especie de movimiento que algunos han dado en llamar Nocilla (por Nocilla Dream, el libro de Agustín Fernández Mallo que ahora ha visto su segunda parte, Nocilla Experience, publicada en Alfaguara) o Afterpop (por Afterpop, el ensayo de Eloy Fernández Porta que reseñé aquí hace unos meses). Por mi parte, después de leer Afterpop, busqué más información sobre los nuevos narradores españoles en los distintos blogs que suelen ocuparse de este tema. Leí también La luz nueva, de Vicente Luis Mora, que recoge y amplía muchas de las entradas de su blog, probablemente el centro neurálgico de las conversaciones sobre este nuevo grupo de narradores.
Digo grupo y lo hago a conciencia, a pesar de que en no pocas ocasiones se ha puesto en entredicho la idoneidad o posibilidad de otorgar una etiqueta común a todos ellos. Sin embargo, este mismo libro refuerza ese concepto de grupo, reuniendo a la mayor parte de los autores de los que también se habla en los ámbitos descritos. Necesidad de ruptura, búsqueda de formas nuevas, respuesta a una escena literaria anquilosada en temas y estructura, son algunas de las características que se suponen comunes a todos estos narradores. El relato se presenta como la forma de expresión apropiada para dicha ruptura, y es también la cultivada de forma habitual por la mayoría de los autores incluídos, al margen de la poesía, que algunos también practican.
Una de las primeras cosas que me llama la atención es la reivindicación del género breve como algo necesario, además de considerarlo el vehículo apropiado para la ruptura con lo establecido. Se habla del relato como el género más maltratado en España por el mercado y el público, en contraposición a la novela. Digo que esto me llama la atención porque tiendo a compararlo con el mundo de la música, en el que se habla cada vez más de la tendencia creciente de los consumidores y de los creadores a concentrarse en canciones en lugar de en discos. Cuando el universo cultural y mediático parece avanzar a un número creciente de revoluciones, primando los productos de consumo rápido y breve sobre las obras de mayor duración que requieren un disfrute más atento y pausado, resulta que en el mundo del libro sigue predominando la novela, el género largo. Es verdad, al mismo tiempo, que en los últimos tiempos he leído a algunos críticos y autores pronunciarse sobre la viabilidad para un escritor de seguir dedicando varios años de su vida a escribir una novela que en el mejor de los casos durará unos cuantos meses en el mercado, siendo muy probablemente olvidada a continuación. Es posible que las novelas más vendidas en los últimos tiempos sean ellas mismas productos ligeros, de consumo rápido (y no necesito hablar en estos momentos de las distintas decepciones sufridas tras la lectura de esos libros creados por autores consagrados en pocos meses para su inclusión como premiados en concursos literarios), pero también se siguen creando obras largas concienzudas y trabajadas. Lo que no sé es si éstas también gozan del respaldo del mercado y el público. Nunca tanto como un best-seller, desde luego, que históricamente han sido libros de producción ligera y consumo despreocupado, al tiempo que con ventas masivas.
Mi primera pregunta es, por tanto, ¿se comporta el mercado literario de forma distinta que el mercado musical? ¿Tienen los consumidores de libros distintas pautas de comportamiento que los de música? ¿Tiene un mismo consumidor un comportamiento distinto a la hora de consumir literatura o música?
Sólo puedo contestar a la última pregunta, y en lo que se refiere a mi caso. Y la respuesta es que no. Consumo canciones y discos a partes iguales. Supongo que este blog da fe de ello. En cuanto a la literatura, la novela siempre ha sido mi género preferido, pero hace ya muchos años que leo relatos de forma regular, tanto en antologías de diversos autores, como en libros de relatos de un único escritor, como sueltos en la red o en revistas.
En segundo lugar, de la misma manera que agradezco que haya un cierto sentimiento y afán de reacción contra el establishment literario de este país (y desde luego no diré que no es necesario, porque lo es), también desconfío de la tendencia al gregarismo que suelen tener este tipo de movimientos. Por una parte, porque no todos los autores que se incluyen bajo el paraguas de la nueva literatura me parecen interesantes, ni mucho menos. Por mucho que una esté ávida de lecturas nuevas, refrescantes y rompedoras, lo más importante de todo, en mi opinión, sigue siendo la calidad. Si un libro me aburre, me parece mediocre, o escrito en un lenguaje pobre, no podré alabarlo por más que me lo proponga, por muy distinto que sea a todo lo anterior. Lo más probable es que no pueda ni terminar de leerlo. De hecho, en la misma entrada en la que en su día hablaba de Afterpop, mencioné un tercer libro que había leído y no me había gustado. Ese libro, que me pareció vacío e incompleto, estaba escrito por uno de los autores más alabados de la nueva generación Nocilla o como se dé en llamarla.
Por otra parte, porque con este tipo de calificaciones grupales que producen mucho ruido mediático (y sí, lo producen, aunque a su alrededor muchas voces se sigan quejando de que no aparecen en los medios tradicionales, pero olvidan que la nueva literatura no puede aparecer en la antigua prensa, sino que tiene sus propias formas de promoción al margen), la mayor parte de las veces se olvida a los outsiders; esos autores que se manejan por libre en la vida, que tienen propuestas tanto o más interesantes que las que se presentan bajo un manto común y que, sin embargo, no cuentan con tanto respaldo. Cuando se empieza a hablar con insistencia de un determinado grupo de escritores, existe todo un universo al margen que queda fuera de la conversación. Autores también jóvenes y valiosos que ni se incluyen en los medios tradicionales ni cuentan con el respaldo de una red de blogs y páginas de internet dedicadas a hablar de ellos.
El gregarismo, además, y esto es algo que se puede aplicar en cualquier otro ámbito cultural, tiene un peligroso doble filo que es el amiguismo y consiste en ignorar todas las críticas a cualquiera de los componentes del grupo, o al grupo en sí. En no pocas ocasiones he sido testigo de cómo en cualquier foro o conversación se levanta una voz disonante con la corriente general y es automáticamente aplastada por las voces de la mayoría. Es cierto que en ocasiones la voz disonante no presenta más que un exabrupto tras otro, pero otras veces se trata de razonamientos fundamentados y completos que, sin embargo, son ignorados o menospreciados.
Por último, no se pueden ignorar tampoco los libros valiosos que puedan seguir produciendo autores ya reconocidos, porque no me cabe duda de que los hay y los habrá. De la misma forma que tomar el relato como bandera de un nuevo movimiento no puede pasar por ignorar las novelas de forma sistemática.
A pesar de todas las razones expuestas, y los lectores de este blog sabrán que de la misma forma que en la música busco sin cesar cosas que me motiven tanto en ámbitos independientes como en el mainstream, me sigue pareciendo necesario encontrar libros nuevos y estimulantes que suplan las carencias que, como lectora, tiene para mí el universo literario imperante en el país. Para ello, acercarme a los autores incluídos en la antología Mutantes, me parece una buena forma de continuar el camino ya iniciado. A algunos de ellos ya los he leído antes, a otros los descubriré con su aportación a este libro. De todos dejaré constancia aquí de una u otra manera.
El primer relato en la próxima entrada de este nuevo dossier.
PD. Intento poner el enlace a la página web de la editorial cuando hablo de un libro, pero en este caso no he podido porque la página de Berenice, a día de hoy, ha dejado de existir. Supongo que cuando arreglen las cosas con su proveedor de hosting volverá, pero por ahora no hay nada.
En este dossier:
Germán Sierra