10.3.08

teatro: 2666

Cada día me cuesta más trabajo hablar de las cosas que me suponen algún sentimiento. A pesar de que soy capaz de hilvanar palabras, formar frases, construir párrafos e incluso llenar páginas enteras de texto con sentido, toda mi habilidad se desvanece cuando esas letras llevan parte de mí.

Supongo que por eso casi nunca hablo de Pulp, y por eso tuve que contar media vida para explicar lo que sentía al poder ver un concierto de Ray Davies. También es por eso que sólo he mencionado a Roberto Bolaño en una ocasión en este blog.

¿Cómo puede cuantificar o calificar una lectora empedernida, exigente y con toneladas de libros leídos a sus espaldas la obra de su escritor preferido? ¿Cómo expresar, incluso, la magnitud de este problema, de esta limitación? Llevo todo el día dándole vueltas a esta cuestión y todas las frases que se me ocurrían me parecían inútiles, manidas o estúpidas. Al final llegué a la conclusión de que sólo podría expresarlo mediante un juego: si me dijeran que tengo que vivir el resto de mi vida en una isla desierta y que únicamente puedo llevarme los libros de un autor, ese autor sería Bolaño. Si me dijeran que de todos sus libros sólo puedo elegir uno, ese libro sería Los detectives salvajes.

Dicho esto, añadiré que leí 2666 a lo largo de muchos meses, desde el momento en que se publicó y hasta que mi lectura pausada de sus páginas llegó a su fin. Soy bastante rápida leyendo y por lo general liquido los libros, sobre todo si son novelas, en un par de sentadas o tres, cuatro a lo sumo. 2666, sin embargo, me llevó muchísimas noches terminarlo. Quizá porque es un libro denso, que contiene centenares de historias y todas ellas merecen que se les dedique tiempo. Quizá porque sabía que era el último y me resistía a llegar al final. Para mí, Bolaño representa la literatura total, y 2666 es la mejor muestra de ello.

Por todo eso, y por las más de mil páginas que componen el libro, recibí la noticia de que sería adaptado al teatro con una mezcla de curiosidad, admiración y escepticismo. En un primer momento decidí no comprar la entrada, igual que hubiera hecho si se hubiera tratado de una película. Me habría negado a verla. ¿No hacemos eso todos con los libros que significan algo para nosotros? Yo, al menos, sí.

Después leí esta entrada del blog La senda de los libros y decidí cambiar de opinión e ir a ver la obra. Compré la entrada el 19 de noviembre, el día siguiente de mi cumpleaños, y me dispuse a esperar que pasaran la semanas. Aún no sabía que la representación sería el mismo día que las elecciones; más tarde me alegraría de que fuera así.

2666, la obra, es fiel al libro, en espíritu y en estructura. Dura cinco horas, pero no se hace pesada en ningún momento, y hay que agradecer que dure tanto. Es la única manera en que puedo imaginar una adaptación válida. Creo que el trabajo del director, Àlex Rigola, ha sido extremadamente respetuoso con la novela, algo que se puede deducir de sus propias palabras, en la dedicatoria para los hijos de Bolaño que se incluye en el dossier de la obra: "Cada vez que Pablo Ley o yo cortábamos un nuevo fragmento se nos removía el estómago. Pero hemos intentado traspasar al espectáculo el espíritu de la novela, lo que no es del todo malo porque si luego alguien quiere leerla, verá que la gran cantidad de información e historias que hemos dejado de lado convierten esta empresa en utópica, y que su espíritu reside en el todo, y no en sus partes o fragmentos".

La puesta en escena es perfecta, el ritmo es el adecuado, los actores están es su punto justo. Las interpretaciones me parecieron muy buenas, y aún más teniendo en cuenta que cada uno de los actores representaba varios papeles. Sólo hubo una cosa que me chirrió un poco, y le he dado muchas vueltas desde ayer. La mayoría de los personajes son mexicanos. Hay algunos españoles, varios alemanes, un chileno, una inglesa y un italiano. Todos tienen más o menos el mismo acento en la obra. Uno de los actores es el único que intenta poner acento mexicano, en la cuarta parte. Los demás pronuncian palabras mexicanas, pero con acento español (creo que todos los actores son catalanes, pero tienen una dicción neutra, si es que existe tal cosa). Mientras veía la obra, me pregunté muchas veces si eso no era un error. Hoy estoy casi segura de que no lo era. Hubiera sido peor que hubieran forzado el acento y hubiera quedado impostado.

En cuanto al tratamiento de la violencia que domina buena parte de la obra, creo, al contrario que JacoboDeza en la crítica que antes enlacé, que es el apropiado. La cuarta parte, la parte de los crímenes, es dura, sí; es incómoda, también; pero sobre todo es necesaria. Las medias tintas, los edulcorantes, cualquier tratamiento distinto que se le hubiera dado para hacerla más digerible, hubiera llevado a la banalización de los asesinatos de Ciudad Juárez, y creo que eso era necesario impedirlo por encima de todo. Cuando los espectadores derramamos lágrimas ayer ante la sucesión imparable de nombres reales de mujeres torturadas, violadas y asesinadas, éramos poco menos que una gota enmedio del océano de sufrimiento que llevan viviendo tantos años en Ciudad Juárez.

2666 es un libro desbordante que no puede condensarse en cinco horas, pero creo que la obra de teatro es una aproximación muy digna al universo del autor y a la esencia de su literatura, al mismo tiempo que transmite la denuncia de ese número increíble de crímenes impunes y del silencio de una gran parte de la sociedad mexicana, machista, permisiva, corrupta y cómplice. Creo que Àlex Rigola tiene toda la razón cuando dice que un espectador que no haya leído el libro podrá interesarse por él tras haber visto la obra, y que en su lectura encontrará mucho más que lo ya contemplado en el teatro. ¿Es posible disfrutar de la obra sin haber leído el libro? No es mi caso, pero creo que el ritmo ágil y la estructura y los tiempos de cada parte, todos perfectos, la hacen completamente entendible y disfrutable. Es decir, creo que sí. Pero lo mejor de todo es que es posible disfrutar de la obra después de haber leído el libro, y esto es algo que no se puede decir muy a menudo.

Lo único que me da pena es que el teatro estuviera medio vacío. La señora que estaba sentada a mi lado también estaba preocupada por eso, y me decía que le parecía raro que fuera por las elecciones. Yo le dije que estaba convencida de que era por las cinco horas que duraba, que a mucha gente le habrían parecido excesivas. Y también, todo hay que decirlo, porque Bolaño, a pesar del efecto publicitario que tuvo su muerte hace unos años (ese afán habitual en los medios por la disección de cualquier autor que muera joven), es aún mucho más desconocido de lo que su obra merece. Por eso, porque éramos medio teatro, el aplauso que le dimos al elenco me resultó escaso y débil comparado con el trabajo titánico que acabábamos de presenciar. Los bravos, que en esta representación sí los hubo, los hubiera deseado más altos, más fuertes, pero sobre todo, más numerosos.

2666 sigue de gira, y si viven en alguna de las ciudades que faltan por ofrecerla, o tienen la oportunidad de acercarse a ellas (Sant Cugat, Murcia y Granada), les recomiendo que lo hagan. Y por si algún día, aunque sea por mera casualidad, Àlex Rigola, Pablo Ley o cualquiera de los actores leen estas líneas, sólo quiero decirles: BRAVO.

PD. 2666 es una coproducción del Teatre LLiure, el Festival de Barcelona Grec 2007 y el Teatro Cuyás del Cabildo de Gran Canaria, donde yo vi la obra.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ana, acabo de leer por fin tu comentario a la obra. Lo primero, agradecer el enlace a mi blog (que tengo ahora medio paralizado, cuestión de tiempo retomar el aliento), y lo segundo, apreciar las convergencias entre nuestras opiniones.

Me alegra que hayas valorado también esta obra positivamente, pero me ha dolido saber que la sala estaba medio vacía. No sé si hubo mucha promoción, pero imagino que en tu tierra debe haber muchos más lectores de 2666 que los que hubo en el teatro, y confío que su ausencia sea sólo debida a un temor perdonable sobre lo que iban a poder ver (temor que tú orillaste al fin: una novela magistral podía desmoronarse sobre un escenario, y no fue así).

Sobre la violencia, aprecio también tu opinión. Quizás ahí influya el haber leído la obra, cosa que yo no había hecho entonces: puede ser que en el libro esa violencia sea más compleja y permanente a lo largo de las páginas, y a mi me pareció muy cargada en la cuarta escena. Pero ahora en la distancia ya no veo tan desacertada esa salida brutal del director.

Bien, ojalá en tu caso alguien también lea la crónica y se anime a comprar la entrada, como en un hilo sin fin. Pero viendo el aforo, no creo que la obra tenga ya mucho recorrido por delante. Y así nos va.

Un saludo,
Jacobo

Ana Saturno dijo...

Hola, Jacobo:

Antes que nada, gracias por la visita y por el comentario, y perdona que haya tardado tanto en contestar. He estado desconectada durante unos cuantos días.

Yo también me pregunto si la promoción que se hizo de la obra no fue suficiente, pero la verdad es que creo que sí lo fue. Durante las tres semanas previas a las representaciones, la ciudad se llenó de carteles, cosa poco habitual para las obras de teatro, y además se repartieron flyers por muchos locales (bares y tiendas, entre otros). Tanto en los carteles como en los flyers se dejaba claro que si comprabas un libro de Bolaño, cualquiera, en una serie de librerías (casi todas las de la ciudad), tenías un 40% de descuento en la entrada para cualquiera de las funciones. Yo ya tenía mi entrada, pero recuerdo haber pensado que si hacían ese tipo de promoción era porque habían vendido pocas entradas hasta el momento.

Prefiero pensar que en las otras dos representaciones aparte de la que yo vi el teatro estuvo más lleno, pero en realidad no tengo ni idea de si fue así o no. Lo que me parece claro es que el impacto mediático cuenta muchísimo a la hora de mover a la gente, y parece ser que 2666 era una obra demasiado desconocida para el público. El año pasado vi El Método Grönholm en la misma sala y estaba a reventar, con las entradas agotadas. La diferencia es que es una obra de la que se ha hablado hasta la saciedad, con película incluída.

Sólo eso y las cinco horas de duración me parece que pueden explicar la falta de afluencia de público. Pero me sigue pareciendo una gran pena.

Como tú bien dices, así nos va.

Saludos

Takeshi dijo...

No cinco sino diez horas. No una sino dos veces fueron las que disfruté de "2666", una en Girona, la otra en Sant Cugat.

Totalmente de acuerdo. Probablemente, lo mejor que ha pasado por los escenarios de este país en muchos años.

Han pasado ya varios meses y sus imágenes, sonidos y silencios siguen muy presentes.

Graicas Bolaño, Gracias Rigola y gracias a todos los que intervinieron de un modo u otro en esta absoluta obra maestra.

Ana Saturno dijo...

Hola, Takeshi:

Gracias por la visita y por tu comentario. Me alegro de ver que hay más gente que disfrutó tanto de la obra.

Saludos