9.5.08

mi granito de arena

Durante mucho tiempo he intentado en vano explicar el encanto de Madrid a la gente de otras ciudades. Es complicado cantar las alabanzas de una ciudad que ocupa un porcentaje muy grande de tu corazón. Sobre todo si es una ciudad que no se comprende yendo de visita: hay que vivirla. Y hoy, después de todo lo que he estado leyendo desde ayer, tengo que volver a intentarlo.

Yo no quiero un Madrid de diseño con tiendas y cafeterías que se repiten en todas las urbes del mundo. No quiero un Madrid de calles blancas y líneas rectas, tiesas por dentro tanto como por fuera. Quiero los rincones, las callejuelas. Quiero los bares de viejo con cañas a un euro y tapa de bravas, oreja o ali-oli. Quiero el Palentino, la Pomarada y el Escalero. Quiero la mugre y quiero la esencia. No quiero un Madrid de escaparate lleno de gente fashion que te mira por encima del hombro. Quiero a mis amigos, aquellos que me acogieron con los brazos abiertos cuando llegué, siendo una cría de 17 años, y me despidieron con un abrazo cuando me fui, siendo una mujer de 27. Quiero a esa ciudad en la que nadie es extraño porque todos somos de fuera y, al mismo tiempo, todos somos de Madrid. No quiero calles extrañas que ya no reconozca. Quiero poder volver a recorrer las que me hicieron ser quien soy ahora, y no otras.

Y me da miedo no poder volver a decir esto dentro de diez años.

Primero me llegó un correo del Ochoymedio explicando lo que pasa en el Nasti y que pueden leer aquí.
Después DamagedGoods me avisó de esta noticia del Cinco Días y volví a recordar todo lo que tenemos que hablar de la gentrificación en estos días.
Entonces me puse a buscar por internet y encontré este blog que tiene que ver con Todo por la Praxis, de los que ya hemos hablado aquí.
Hoy leo esta entrada en el blog de Cohete de la que suscribo cada palabra.
Y el manifiesto de la web del Nasti, del que también suscribo cada frase.

Y yo también digo Free Nasti. No a Triball. Free Madrid. Y con ellos, todas las ciudades de España en las que está pasando tres cuartos de lo mismo.

PD. En Las Palmas llevamos unos meses viendo algo parecido. El cierre del ROOMing de hace unos meses no fue casual, ni que ahora tengamos también a dos policías en la puerta cada viernes y sábado desde las dos y media en punto. Esto, además, me recuerda que en la última Ruta 66 que compré había un artículo bastante extenso sobre lo difícil que se estaba poniendo organizar conciertos en Oviedo. Estoy segura de que si sigo buscando aparecerán otros sitios con el mismo problema. Y para explicar la rabia que me entra se me quedan cortas todas las palabras.

2 comentarios:

Jermanio dijo...

Por el ambiente grasilla, las raciones de oreja y el vino peleón, el olor a tiempo y los pinchos de tortilla, por los charcos, las mañanas con calles mojadas y los amaneceres resacosos en los portales. Por Malasaña, el Mercurio y La Vía Lactea, el Garage Sónico y Al Lab'oratorio, La Ida y el Moloko, Fuencarral y el calimotxo con las alioli del Madroño. Por las viejas sin dientes y los tallarines en Gran Vía, la panceta con pimientos y el bocata de calamares. Por Madrid.
Nos jodieron ya.

Un abrazo
Jenaro

Anónimo dijo...

Aunque con mucho retraso (había muchas entradas que aún no había leído)...
Ole, ole y ole!!! Yo opino lo mismo de Madrid. Mi estancia fue menor, pero guardo la misma esencia en mi recuerdo de esta maravillosa ciudad. Sí, soy canaria y me gusta Madrid (pero el descrito en esta entrada tan bonita que te ha quedado), ¿qué pasa? Y ya sé que no tiene mar... a veces parecía un pecado...
Un saludo, Jen.