Este sábado, mientras pinchaba en el Paraninfo, ocurrió algo que me tiene preocupada desde entonces. Entiendan, por favor, preocupada como una molestia ligera, del estilo de que te cague una paloma camino de casa cuando llevas una bolsa de la compra en la mano y sólo te manche un poquito la camiseta (sí, eso también me pasó hoy).
Los pongo en antecedentes. Por lo general, la mayoría de las peticiones que recibo mientras pincho caen en el saco de lo absurdo, lo poco apetecible o, en ocasiones, lo delirante. Hay también peticiones recurrentes, que se repiten noche tras noche, en distintos locales. De entre estas, no he visto nada igual a lo de Los Planetas. ¿Saben ustedes la cantidad de fans que tiene ese grupo repartidos por esta ciudad? ¿Y lo pesados que son? No creo que termine nunca de entender por qué tienen ese afán por escucharlos, pero tengo claro que sus canciones deberían ocupar los primeros puestos en el ranking nacional de himnos para borrachos. En el apartado exterior creo que Moby ocupa el primer puesto, seguido de cerca por New Order.
Las peticiones son un asunto con el que resulta difícil lidiar. A veces son más oportunas y a veces menos, pero el problema es que irrumpen en cualquier momento e interrumpen el proceso general, que consiste en exprimir mi capacidad de empatía para intentar llegar a un equilibrio entre lo que yo quiero poner con lo que creo que la gente quiere oír. Son más oportunas cuando parten de alguien que primero escucha y luego pide, porque entonces son acordes con lo que ya está sonando. Son más inoportunas cuando el que pide no se ha parado a escuchar, cuando se cree que puede cambiar por completo el estilo de lo que estás poniendo (éstos son los peores, sin ninguna duda) o cuando está borracho y es majadero.
Hubo un tipo una noche que me estuvo pidiendo Los Planetas durante casi dos horas, en cada canción nueva que ponía, mientras el resto del ROOMing bailaba sin parar. Como no le hacía caso, me lanzaba unas miradas de odio que tenían que haberlas visto. Si no me hubiera tenido tan quemada, me hubiera dado hasta risa. Hubo otro que me pidió una canción de The Cure (sin el título, me dijo "la del ti no ni" y ya; supuse que era Close to me), la puse para que no me diera más la lata y en ese momento se metió en el baño. Cuando salió se emperró en que no se la había puesto y se pasó toda la noche echándomelo en cara, y yo pidiéndole a su amigo que le dijera que ya la había puesto para que me dejara en paz. Esas dos cosas, por cierto, pasaron la misma noche.
Además de que sean más o menos oportunas, el hecho de que acabe poniendo o no algo que me han pedido depende, en primer lugar, de que lo tenga, y en segundo lugar, de cómo me lo pidan. La educación, eso tan simple que nunca está de más, da bastante buen resultado conmigo.
El caso es que este sábado, en el Paraninfo, la gente era bastante más joven que en el resto de los sitios donde he pinchado. Por decirlo claro, es un bar (muy grande, yo pinchaba en una barra pequeña, no en la principal), en el que tienen que pedir el carnet en la puerta para comprobar que los chicos que quieren entrar tienen más de 18 años. La mayoría no tienen más de 20. Supongo que por eso yo esperaba que reaccionaran a la música de forma distinta que el público de los otros sitios, y me llevé una pequeña decepción al ver que en realidad se emocionaban con las mismas dos o tres canciones que todo el resto del mundo. Vale, reconozco que pequeña decepción significa que estuve a punto de darme cabezazos contra la pared mientras gritaba "¿por qué?, ¿por qué?", pero me contuve y me resigné.
Entonces llegó un chico a hablar conmigo. Supongo que tendría alrededor de 20 años. Lo primero que me dijo fue que sí podía poner algo de drum'n'bass. Teniendo en cuenta que lo más inteligente que me habían pedido hasta ese momento era algo de hip hop en español (que no tengo en la maleta, y me dio pena, el chico que me lo pidió había sido educadísimo), creo que lo miré como si fuera un extraterrestre. Le tuve que decir que no por dos razones. La primera, que de lo que yo entiendo por drum'n'bass me gustan muy poquitas cosas y no las suelo llevar encima. La segunda, que tendría que haber sabido si él se refería a lo mismo que yo y me parecía demasiado complicado preguntarle con todo el ruido que había allí. Entonces me dijo que si tenía algo de, por este orden: Uffie, Siriusmo y SebastiAn. Le dije que no y le conté la milonga de que suelo llevar cosas más conocidas porque es lo que puedo pinchar.
Era mentira. Mentira cochina, vamos. Podría haber tenido algo de ellos si me gustaran cualquiera de los tres, pero la verdad es que no me gustan. Creo que sólo Uffie me llamó algo la atención en su día y no lo suficiente. Tengo, sí, cosas que son tan poco conocidas como ellos, y de hecho las pongo. Me paso el rato intercalando las canciones que yo quiero poner, y que están más o menos a ese nivel en cuanto a probabilidad de que las conozca alguien, con las que sí son conocidas y que a mí me hastían un poco, pero me sirven de señuelo. Las llamo "que no decaiga", porque he aprendido que la gente generalmente reacciona mal a una canción cuando la escucha por primera vez, pero que si la pongo entre dos canciones que conocen es probable que la aprecien mejor que si se trata de cosas nuevas todo el tiempo, porque entonces acaban desconectando.
Y me sentí como si le hubiera fallado. Me pidió más o menos lo que yo esperaba que me pidiera un chico de su edad, y eso me devolvió la fe en la humanidad, pero no pude ponerle nada de lo que quería. No se imaginan la rabia que me dio.
Así que llevo desde entonces dándole vueltas a por qué empecé a pinchar o, dado que eso fue una casualidad, más bien a qué pretendía yo conseguir cuando empecé a pinchar, y si lo sigo conservando o lo he perdido en el camino. Y no lo tengo muy claro. Supongo que en algún momento el reconocimiento se volvió más importante que la difusión. Siempre es más agradable ver a la gente contenta con lo que pones, pero no quiero bajo ningún concepto que eso anule mis dos objetivos principales al pinchar... uf, cuatro objetivos principales, pero voy a concentrarme en los que involucran a los demás y no sólo a mí misma.
El primero, conseguir que la gente baile. El segundo, conseguir que escuchen canciones que no se pinchan en los bares de Las Palmas.
Los dos son contradictorios, así que me paso el rato intentando que no sean incompatibles. Y hasta ahora las principales alegrías me las habían proporcionado personas aisladas. No me voy a olvidar de la chica que en el pub La Calle (fue una sesión más de rock) vino a agradecerme que hubiera puesto una canción de The Coral. Sus palabras exactas fueron: "me encanta esta canción, y no la conoce nadie". La entendí muy bien, y me hizo muchísima ilusión verla tan contenta por algo tan sencillo.
Sin embargo, el día que pinché en el Mojo y vi a tanta gente bailando con la música, la satisfacción era diferente. Más estresante, sí, pero puede que más intensa. No mejor, sólo más intensa. Como un subidón de adrenalina. Ese día también fui fiel a mi idea de poner canciones nuevas entre las demás y todo salió bien, pero sé que no puedo esperar que el mismo esquema se repita en otros sitios. No tienen el mismo tamaño ni el mismo público y es el único sitio en el que he pinchado en el que la gente va expresamente a bailar.
Olga, la camarera del Paraninfo, me dijo que había ido gente a decirle que les había gustado mucho mi música. Luego me lo dijo también Iván, el encargado, y que me volverían a llamar. Sin embargo, cuando recogí mis cosas y cogí el taxi para volver a casa, yo sólo iba pensando en lo que me había dicho aquel chico cuando le dije que no podía ponerle nada de lo que quería. Aparte de comentar entre los dos algunos problemas del sonido, sus palabras fueron "no pasa nada, estás pinchando muy bien". Pero yo sabía que era mentira.