libros: el poder de las tinieblas (y iv)
Si hay un sentimiento que debe impregnar las páginas de una buena novela policiaca, ése es sin duda la nostalgia. Todo detective que se precie la lleva consigo, en ocasiones manteniéndola a raya; en ocasiones viéndose imbuido por ella hasta extremos insorportables.
La nostalgia es el recuerdo de un tiempo en el que tenían motivos para ser felices, en el que aún no habían descubierto el horror, la degradación y la angustia. Es el nexo de unión entre el pasado y el presente, pero también la losa que les impide pensar en un futuro y los inhabilita para una vida normal.
Charlie Parker, Bird, tiene motivos de sobra para echar de menos los días del pasado. Todos los lectores de este libro (y del anterior) los conocemos, y quizá sea ésa la principal diferencia con las novelas policiacas clásicas, en las que los protagonistas son más herméticos y misteriosos y de los que el pasado siempre es más insinuado que conocido o explicado. El poder de las tinieblas es, igual que Todo lo que muere, una novela de corte clásico, pero moderna, y quizá de ahí se deriven las principales diferencias con las escritas hace varias décadas. Es posible que sea el poder de la televisión, que ha modificado nuestra visión del mundo de una manera que resulta difícil descubrir, por asumida, pero que existe y se hace patente cuando uno decide efectuar una simple comparación.
También era nostalgia lo que destilaban las páginas de los libros de Raymond Chandler y de Dashiell Hammet, entre tantos otros, cuando los leía. Hace muchos años de eso y yo era demasiado joven como para entenderlo. Pero hoy, pasado el tiempo, sé muy bien cuándo un autor la maneja, y creo que en esto John Connolly es un maestro. Le perdono otros errores sólo por eso.
Da igual cuánto frío haga en el libro y si aquí es verano o primavera. Al pasar las páginas de una novela como ésta, siempre es otoño en el corazón.
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