Espero que esos señores tan majos que son los redactores del Fotogramas no se enfaden conmigo por plagiarles una de las secciones que más me gustan de la revista, Farenheit 451.
Empezamos.
ZONA GLACIAL
- Esta vergüenza de Europa en la que vivimos, que maltrata y desprecia impunemente a los ciudadanos anónimos en los aeropuertos y pone todo tipo de trabas para otorgar visados. Konono nº1 no pudieron salir de Kinshasa porque no les dieron el visado, tal y como yo sospechaba hace unas semanas que ocurriría. Se cumplieron los peores presagios y seguimos sumando sinrazones y abusos en este primer mundo.
- Que la organización del festival no avisara de las cancelaciones con antelación ni diera explicaciones, excepto, tal y como supe luego, a través de las noticias en su página web. Lo habitual cuando uno está en un festival no es estar mirando el ordenador todo el rato, así que un poco de información in situ no hubiera estado mal.
El escenario del Sónar Village permaneció desierto durante la hora a la que se suponía que estaría pinchando Take y no hubo avisos por ningún sitio. En cuanto a Konono Nº1, sólo nos enteramos de que finalmente no podían tocar cuando llegamos al recinto y vimos a El Guincho en su lugar. Un lacónico folio que colgaba de un chiringuito decía "Konono Nº1 just cancelled. El Guincho live now!". Mentira cochina. Konono no cancelaron, los hicieron cancelar. Y podían haberlo dicho antes, puesto que el miércoles por la noche lo oyó Jenaro en la radio mientras yo hacía la maleta y me avisó, pero no estaba seguro del nombre del grupo y yo mantuve la esperanza hasta el final.
Tres cuartos de lo mismo para la cancelación de Erol Alkan, de la que me enteré al llegar a casa ayer. - Los abusivos precios de las bebidas. Si en el Sónar de Día todo era caro, el aumento de 50 céntimos en todos los productos líquidos en el Sónar de Noche ya era una tomadura de pelo en toda regla. Pagar 2 euros por una botella de agua hacía añorar los precios del Primavera.
- Las descompensaciones en la programación. Los terribles solapamientos del viernes por la noche contrastaron con algunos vacíos durante el sábado, si no querías escuchar tralla todo el rato, acentuados por la cancelación de M.I.A. Lo del viernes fue terrible de verdad, me perdí a Mala y a Justice, además de parte de Yelle, Mary Anne Hobbs y Flying Lotus.
- La programación del jueves por la noche. Poner sólo tres conciertos, sin DJ de continuidad para amenizar la espera, con un espacio de casi una hora entre Goldfrapp y Leila, hizo que me convenciera de que había sido un error pagar más por asistir a esa noche. Además, no era ni la hora ni el lugar para ver a Leila, cuyo concierto necesitaba un recinto mucho más íntimo donde poder concentrarse en la música.
- El comportamiento de parte del público en determinados conciertos, que sólo puede describirse como irrespetuoso, maleducado y grosero. Me parece estupendo que la mayoría de la gente vaya al Sónar a bailar y que sólo quiera caña, pero eso no es incompatible con tener un poco de respeto y consideración en los conciertos que son distintos.
En el Sónar Hall (para los del Primavera: lo más parecido al Auditorio), un recinto cerrado durante el Sónar de Día con una programación que no era para masas, era imposible disfrutar de cualquiera de los conciertos por culpa del murmullo general. Hubo incluso algunos en los que estuve moviéndome durante medio concierto, hasta conseguir situarme en alguna zona donde no se pasaran todo el tiempo hablando a mi lado. En The Black Dog no lo conseguí y acabé marchándome. Y quiero que quede bien claro que en la mayoría de los conciertos del Sónar Hall los que no paraban de hablar eran españoles.
En el concierto de Leila durante la noche inaugural los silbidos y pitidos fueron habituales, además de los gritos de distintos grupos de guiris borrachos que no pararon de cantar We are your friends entre canción y canción. Me imagino que pensaban que esa noche iban de fiesta loca y se encontraron con una programación distinta, pero eso no los exime ni evita que sean unos energúmenos descerebrados sin un pizco de educación. - La saturación de videocámaras y cámaras de fotos. Si tienes cierta fobia a salir en fotos o vídeos ajenos, como me pasa a mí, aquello era un infierno. Mucha gente ni siquiera prestaba atención a los conciertos, ni siquiera bailaban, sólo se sacaban una foto tras otra con las que supongo que luego dirán "mira qué bien lo pasamos", pero en realidad es mentira, no lo pasaron bien, sólo pasaron el rato.
- Bonde Do Role. Sus bromas sexuales, que con Marina tenían su punto de gracia, se han convertido en un chiste malo que yo desde luego ya no quería oír. El sonido de sus conciertos sigue igual de lamentable, pero esta vez además el volumen llegó al punto de ser atronador. Si a eso le sumas que no les veía la gracia por ningún sitio, el resultado es que a la segunda canción salí pitando.
- Los precios de las consumiciones en Clickair, esa compañía de supuesto bajo coste de Iberia. Me pasé las tres horas del avión de vuelta (a la ida fui con Spanair) muerta de hambre, pero cada vez que abría la carta y leía los precios la indignación me corroía y volvía a dejarla sin pedir nada. Después de tres días de festival estaba hasta los pelos de que intentaran timarme cada vez que quería comer o beber algo.
- Los pequeños y estúpidos inconvenientes físicos que me asaltaron durante jueves y viernes noche (lo que aquí llamamos dolor de barriga) y me impidieron disfrutar del festival en condiciones.
NI FRÍO NI CALOR
- Yo Majesty
- Tara De Long
- Ben Watt
- Yelle. Pero no fue culpa de ella, de hecho la gente parecía pasarlo bien, pero yo me encontraba mal en ese momento y no pude disfrutar del concierto. Quizá hubiera podido estar en la siguiente categoría.
- Frankie Knuckles y, en general, todos los DJs de house que hubo en el festival, está claro que no es lo mío.
- Que hubiera como un 40% de acreditados. Conté nueve tipos distintos de acreditaciones. Al final, una se sentía pringada total por haber pagado un abono (nada barato, por cierto). Igual en el Primavera también hay muchos y disimulan más, pero aquí, con su cartelito colgado al cuello, saltaban a la vista.
- Haberme dejado en casa la cámara de fotos. Cuando me di cuenta, mientras el avión aterrizaba en Barcelona, me llevé un disgusto considerable, pero luego, tras la saturación de cámaras que había a mi alrededor, casi me alegré de no estar pendiente yo también de sacar fotos a los artistas que veía.
- Que el dios de las cuarentonas juerguistas se vengara de mí mandándome sendos viajes de fin de curso en los aviones de ida (instituto) y vuelta (colegio). Sobre todo a la ida, fue ver a los niños y que se me cayera el alma a los pies, pero luego resultó que estaban sentados al final del avión y no los oí en todo el rato. Lo mismo sucedió a la vuelta. Está claro que para cierto tipo de excursiones sí se organizan bien los asientos.
- Neon Neon. Tienen unas canciones chulísimas, un buen sonido en concierto, unas proyecciones estupendas, unos instrumentos de lo más fashion y una actitud de mierda. El cantante y la guitarrista podrían al menos disimular sus caras de "en realidad no quiero estar aquí". Además, alguien debería decirle a ese híbrido entre Rudy Fernández y Cat Stevens que es Gruff Rhys que no se le entiende un pimiento de lo que dice entre canción y canción, y no es por su acento, es que habla para su barba. Sólo Har Mar Superstar, el invitado especial, puso un poco de ganas en la actuación. Bueno, Boom Bip sonreía de vez en cuando y el batería no paró de sonreír en todo el tiempo, por si sirve de algo.
Si sus canciones no me gustaran tanto como para haber cantado y bailado de todas formas, me hubiera dado cabezazos contra la pared por haberme ido a la mitad de Yazoo para verlos.
Y por cierto, nunca los he visto, pero ¿tienen también esta languidez y horchata en lugar de sangre los Super Furry Animals en concierto? Sospecho que no.
- Goldfrapp. Un sonido perfecto para un concierto que empezó flojo y fue cada vez a más hasta que, de pronto, se terminó. No duró ni 50 minutos. Y todo el público, boquiabierto y decepcionado. Conté nueve canciones (rememorando cuando terminó). Dudo mucho que fueran más.
CALDEADO
- Chacho Brodas, un comienzo de festival estupendo.
- Bass Clef y todos sus instrumentos, incluyendo pitos y matasuegras. Además, fue el músico al que vi de público en más conciertos de todo el festival.
- Two Pias DJs, levantando los ánimos y haciéndonos bailar y reír la primera tarde.
- El Guincho, consiguiendo que la gente bailara a las cuatro de la tarde del viernes a pesar de la que estaba cayendo (un solajero insoportable), y a pesar de que no estaba previsto que hiciera un directo, sino sólo un dj set dos horas antes.
- Kalabrese presents The Rumpelorchestra, que sonaba de maravilla, aunque no pude ver el concierto entero.
- DJ Yoda. La idea de su Magic Cinema Show es muy buena, está bien ejecutada y por momentos te ríes mucho, pero hay demasiados parones y los cambios de ritmo acaban por saturar. Es como una sucesión de coitus interruptus sin parar durante hora y media, y tampoco hay necesidad de estar sufriendo así. A pesar de eso, tuvo momentos muy buenos.
- Hercules & Love Affair. No pude ver el concierto completo, pero el rato en el que estuve sonaba bastante bien y ellos estuvieron encantadores, llegando incluso a sacar fotos al público y agradeciendo que hubiera tanta gente para verlos. Aún así, se nota la falta de Antony en los directos.
- Deepchord presents Echospace. Yo tampoco estaba ahí en plenas condiciones, pero son muy buenos y lo demostraron más de lo que yo esperaba.
- Yazoo. Si no hubiera sido por Neon Neon, me hubiera quedado durante todo el concierto. Sonaba muy bien, a pesar de que a Alison Moyet la voz parece haberle cambiado muchísimo (y menuda potencia de voz, por cierto), pero me gustó bastante. Ella, además, estuvo muy simpática.
- El recinto del Sónar de Noche en la Fira Gran Vía 2, con tanto espacio que en esta isla no cabría. No pasé apretones en ningún momento, cosa que no puedo decir del Sónar de Día, que está pensado para menos gente de la que va en realidad.
Especialmente bueno era el escenario Sónar Lab, una maravilla para minorías con un sonido que hasta hace poco rato he tenido martilleándome en los oídos. Y otra idea fantástica eran las gradas del Sónar Park, donde pude ver muchos conciertos sentada cuando mis condiciones físicas flaqueaban, o el de Róisín Murphy, que de estar abajo no hubiera visto tan bien el escenario como en la grada de enfrente por la cantidad de gente que había.
AL ROJO VIVO
- Toda la noche del viernes en el Sónar Lab, tremenda. Sólo me despegué de allí para ver a Róisín Murphy (me perdí a Mala por eso), y creo que por cualquier otro no lo hubiera hecho, pero no me pude resistir.
- El buen rollo, en general. Excepto los problemas que he contado en los conciertos del Sónar Hall y en el de Leila, la gente iba a divertirse y ver divertirse a los demás. Sobre todo bailando, todo hay que decirlo, que en los tres días sólo vi a un dos chicos bastante perjudicados. Los demás, aguantaban en pie como campeones, nada de explanadas y caminos llenos de gente hecha polvo como suelen verse en el FIB. Y no era porque no hiciera calor, que lo hacía y mucho.
- Mary Anne Hobbs. La sesión estuvo muy bien, pero me perdí parte del principio porque aún estaba viendo a Yelle.
- Flying Lotus, al que además le doy el título de DJ más simpático. No paró de reírse mientras pinchaba, daba gusto verlo tan contento. La sesión, espléndida, aunque eché de menos que hubiera sido un directo en su lugar.
- Róisín Murphy, que sí se dejó la piel para dar un buen concierto, no como otros.
Sobre una camiseta blanca y unos pantalones negros, se cambió de ropa y accesorios en todas y cada una de las canciones. Bailó tanto que tuvo que acabar exhausta, y reconozco que se me puso el corazón en un puño cuando la vi sacar una silla como la de su accidente de hace unos meses. Creo que ése fue el único número en el que se cortó un poco, cosa lógica, pero por lo demás se movió por todo el escenario sin parar. El sonido no era tan perfecto como lo fue el de Goldfrapp, pero se fue entonando a lo largo del concierto, hasta culminar con Overpowered y Ramalama (Bang bang), que fueron las dos mejores canciones que tocaron. Todas las canciones, además, sonaron completamente distintas a las versiones de los discos, cosa que se agradece, un poco de innovación.
Espectacular, por cierto, el inicio, con los músicos tocando en la semioscuridad y la aparición de las dos chicas del coro bailando al estilo Devo. Todos los que estábamos en las filas superiores de la grada nos pusimos en pie y ya no paramos de bailar ni un segundo. Suerte que aguantó. - Buraka Som Sistema en sus dos sesiones del sábado. Me salvaron la noche.
- Shackleton. Un directo magnífico, me hubiera quedado toda la vida allí, escuchándolo. De los mejores del festival, sin ninguna duda.
Y ahora, por favor, un redoble y un momento de atención, que llegan los tres mejores conciertos de todo el Sónar.
- Tender Forever, o de cómo una sola persona puede hacerte bailar, hacerte reír, emocionarte, erizarte la piel, engancharte a sus canciones y hacerte desear que el concierto durara más, mucho más de la hora y algo que le permitieron tocar. Y todo eso sin haber escuchado antes ni una sola de sus canciones, sólo guiándome por la recomendación leída hace ya tiempo en Fuck me I'm twee, que se me había quedado grabada y por eso corrí para estar allí a las cinco de la tarde. Qué suerte leer blogs, qué suerte fiarme de ellos y qué suerte que en la progamación del Sónar tengan cabida propuestas tan distintas.
Mélanie Valera se ganó mi simpatía, mi cariño, mi respeto y mi admiración; además de ser la primera artista no española en formar parte de mi campaña "Apoya a los músicos que valen la pena". Me tuve que recorrer todo el festival buscándolos, pero al final encontré sus discos en la caseta del merchandising y compré los dos. - Buraka Som Sistema en concierto, o de cómo bailar en el festival más in del país como si tuviera 15 años y estuviera en una de esas noches de los Carnavales de Las Palmas en las que sólo ponían salsa en los chiringuitos y bailábamos sin parar hasta el amanecer. La continuación de la noche BBC 1 en el Sónar Lab fue un concierto y una fiesta, con la energía desbordando el escenario y al público. También fue una demostración de cómo aunar todo tipo de influencias (la música angoleña, brasileña, el dubstep, la música de baile de los 90), actualizarlas y convertirlas en un torrente imparable de sonido y ritmo.
El concierto, además, fue muy divertido. Cuando empezaron a cantar I like to move it sobre la base del Night de Benga y Coki yo me partía de la risa. Los tres MCs, Conductor, Kalaf y Sabrosa, una chiquilla que tiene o aparenta 16 años y unas tablas en el escenario que ya quisieran otras, hicieron lo imposible por mantener el nivel durante todo el tiempo, una hora y pico larga. Hablando en inglés y español, cantando, moviéndose sin parar, consiguieron que hasta la última persona del público se enterase de lo que es el kuduro. Lo único malo de todo el concierto, si es que se puede decir que tuviese algo malo, fue precisamente ese público, que debía de estar compuesto por panolis o sonados, porque no había manera de que respondieran a las peticiones de participación del grupo. No fue el único concierto en el que presencié algo así, de hecho sucedió en todos. Supongo que es una más de las diferencias entre un festival de música electrónica y uno de rock.
- COH plays Cosey, o de cómo llegar al Sónar Hall huyendo de una tarde de sábado con demasiado calor, demasiada gente y demasiada tralla y encontrarte con un regalo inesperado y maravilloso. Más que cualquiera de los conciertos en los que yo había puesto mis expectativas. Con un símil banal, diré que fue como una de esas noches en las que sales un poco desganado a tomar sólo una cerveza y acabas llegando a tu casa a las siete de la mañana diciendo que ha sido la noche más divertida en muchos años.
Soy consciente de que es muy probable que yo no hubiera llegado a este disco nunca. De hecho, sé que estuvo para descargar en bolachas grátis y yo no sólo no lo bajé, sino que ni leí lo que ponían de él. Supongo que la música electrónica atmosférica, evocadora y experimental no entraba dentro de mis quinielas. Y sin embargo, allí estaba yo, enganchada a aquellos sonidos desde la primera nota, incapaz de abandonar la sala; más aún, avanzando cada vez más hasta situarme en el centro, delante de Ivan Pavlov y su chaleco naranja fluorescente iluminado por dos focos blancos, en aquel mínimo espacio en el que nadie hablaba y el chico que estaba a mi lado y yo formábamos una burbuja en la que el sonido iba martilleando poco a poco, hasta conseguir romper la corteza y hacer que nuestros movimientos se aceleraran para llegar a algo que podríamos llamar baile durante la larga, rítmica y ascendente recta final.
Ivan Pavlov sonreía y sacudía la cabeza después de cada trozo especialmente escarpado o difícil. Sonreía como si fuera consciente de que lo que nos estaba ofreciendo no era fácil de digerir, pero sin embargo, lo era, o al menos lo parecía. Las muestras de la voz de Cosey Fanni Tutti se percibían como navajazos directos al corazón. Cada nota que recordara al sonido de algún instrumento de percusión eran los golpes que lo hacían revivir después de la agonía.
Me resulta muy difícil explicar cómo era aquella música. No estoy acostumbrada a escuchar ese tipo de sonidos, así que menos aún a ponerlos en palabras. Pero me gustó tanto estar allí que sólo ese concierto valió un festival entero.
Supongo que se notaba, porque en un determinado momento, mientras me movía con los ojos cerrados, sentí la luz de un flash sobre mí, y al volverme me encontré al chico que estaba a mi otro costado sacándome fotos. Así que, si algún día lees esto, que lo dudo, europeo de procedencia indeterminada aunque no española, te agradecería que borraras mis fotos. Creo que ya ha quedado claro que no soy muy fotogénica y odio salir en fotos ajenas. Sin embargo, tengo que decir que en aquel momento no me importó ni lo más mínimo.
Y hasta aquí, mientras escucho de fondo los voladores que celebran que ya es San Juan en Las Palmas (es el patrón, mañana es fiesta local y no trabajo), lo que dio de sí el festival para mí. No he leído ninguna otra crítica y las opiniones que yo he dejado aquí son, cómo no, personales y subjetivas. No me cabe la menor duda de que cualquier otra persona, con otras circunstancias, habrá vivido el Sónar de forma distinta. Probablemente con otra hoja de ruta y con otra percepción de los conciertos, pero lo que aquí queda es la única manera en que pude vivirlos yo.
Por último, aunque dudo mucho que lea estas líneas, quiero darle las gracias a Ramón, el periodista de La Vanguardia con el que estuve charlando mientras pinchaban los Buraka la noche del sábado, por la conversación, que fue muy agradable y a mí, además, me sirvió para reordenar y recapitular mis ideas sobre el festival. No podré leer sus crónicas (no están en la web), pero seguro que estarán muy bien.
Y gracias también a Jose, el amigo con el que fui al festival, que me soportó y me ayudó cuando mi malestar me hizo estar de un humor de perros. Y eso no es nada fácil.
Ahora sí. Doy por cerrado el capítulo de los festivales de verano, y con ellos, mis principales posibilidades para ver música en directo. De aquí a final de año, hablaremos de la mortalidad del cangrejo de río.
(Vale, lo último es broma.)