conciertos: ps 2008, una crónica (y iv)
He estado una semana dándole vueltas a cómo escribir esta entrada, la última y más difícil de la serie. Al final he llegado a la conclusión de que todo lo que quiero decir se resume en una frase: no sirvo para ser fan.
Voy a contar de forma cronológica lo que tiene que ver con el Primavera y luego intentaré explicar mis reflexiones posteriores.
El viernes por la tarde me acerqué a la caseta de Ladinamo con la intención de preguntar cómo tenía que hacer para suscribirme a la revista que editan, y explicarles que les había mandado un correo preguntándoles pero que nunca me habían contestado. Cuando llegué, me puse a mirar los discos y las revistas que había sobre la mesa y sólo me di cuenta de que quien estaba allí en ese momento era Malela, de Grande-Marlaska, cuando ella salió de detrás del periódico que leía y me miró. Entonces le dije que me había encantado el concierto y ella me dijo "ey, tú estabas allí". Me hizo mucha gracia porque yo pensaba que era imposible que los músicos vieran al público desde el escenario, pero no contaba con que era de día y no éramos muchos los que estábamos en las primeras filas.
A continuación, intenté contarle lo mucho que me gusta el disco y cuánto valoro lo que hacen, pero me puse nerviosa, me enredé en mis propias palabras y me fui de allí sin coger los números anteriores de la revista de Ladinamo (tenía el último porque alguien lo había dejado tirado por ahí y yo lo había recogido), sin preguntarle por la suscripción y sin comprarme el EP de Garzón, que seguramente ya nunca conseguiré. Y me sentí estúpida y pensé que tenía que subsanar aquello al día siguiente.
Un par de horas más tarde acompañé a Jenaro a la caseta de Limbo Starr y me puse a mirar los discos mientras él miraba las camisetas. Al cabo de bastante rato, cuando yo tenía el último de Tachenko en la mano y lo estaba comentando, miré hacia mi derecha y resulta que Sergio Vinadé estaba allí al ladito y yo no lo había visto. Repetimos la jugada. Le dije que me había gustado mucho el concierto, que para mí había sido uno de los mejores del festival hasta el momento, pero no paré de pensar que no me estaba explicando bien, porque yo quería poner en palabras que de verdad había sido un conciertazo y no era capaz. Jenaro me animó a comprarme los dos discos en lugar de sólo el último y Sergio me dio las gracias por comprarlos. Y entonces le dije que no, que gracias a él por el concierto y por todo lo que hacían, pero volví a sentirme estúpida sin saber muy bien por qué. Los discos, por cierto, no se despegan de la cadena de música de casa estos días.
Al día siguiente, el sábado, fuimos a ver a Darren Hayman y Jack Hayter al concierto del parque. Como ya les conté en el capítulo 3 de esta crónica interminable, Darren estuvo haciendo bromas sobre lo viejas que estaban las camisetas de Hefner que llevaba la gente y animándolos a comprar otras nuevas. Y, cuando terminó el concierto, me acerqué a la mesa del merchandising a ver qué había. Lo que me encontré fue a un montón de gente dándose codazos y empujándose sobre una mesa minúscula, tratando de alcanzar los discos que había sobre ella y lamentándose de que no quedaran camisetas. Parecían aves de rapiña. Mientras esperaba en segunda fila a que se hiciera un hueco y poder preguntar por los discos de Hefner que no tengo, apareció Darren, sudoroso y cansado, pero con aspecto feliz, y se situó en uno de los laterales de la mesa. En ese momento, muchas de las personas que se peleaban por los discos empezaron a preguntarle si tenía cambio o cuánto costaban los discos y a intentar pagarle lo que querían. No decían nada más. Sólo "toma, cóbrame esto" o "¿por qué no hay más camisetas?". Esperé un ratito a hacerme visible y cuando me miró por fin le dije que el concierto había estado genial. Tuve que lidiar con mis nervios y mi habitual torpeza en estas situaciones, y encima hacerlo en inglés, así que mi frase no pudo ser más corta. Pero él me dio las gracias y yo me fui con la conciencia más o menos tranquila.
Durante mucho rato después de eso estuve pensando como uno de los músicos que admiro y respeto era tratado por hordas consumistas como un simple medio para conseguir un artículo. Tú estás aquí, yo te pago y me voy con mi botín. Intenté ponerme en su lugar. Intenté pensar cómo una persona que acaba de dar un concierto y ha puesto parte de sí mismo en él tiene que rebajarse a intentar vender discos a toda costa, olvidando en segundos lo que acababa de pasar en el escenario. Y todos los pensamientos a los que llegué eran bastante desagradables.
Me encantaría, claro, que la industria musical diera más visibilidad al trabajo de los artistas y menos a los números. Que pudiéramos tratarlos como personas, con el mismo respeto con el que trataríamos a cualquier otro, y no como si fueran subordinados a nuestro servicio.
Por otra parte, también me encantaría entender por qué demonios no puedo tener una conversación normal y tranquila con las personas que hace cosas que me parecen interesantes. Supongo que para eso tendría que remontarme a experiencias vividas muchos años ha. Supongo que en parte mi problema es que he conocido a personas que se comportaban como groupies auténticas y no quiero en ningún caso parecerme a ellas ni que mi comportamiento pueda confundirse con el suyo. Yo sólo quiero ser capaz de decir: "me gusta lo que haces y lo valoro mucho". Y ya está.
Lo curioso es que yo no soy una persona tímida en mi vida normal. En realidad soy más o menos como parezco aquí. Pero, de alguna manera, en todos los aspectos que conforman mi vida yo tengo un sitio bien definido, con unas coordenadas claras. Sé quién soy y dónde estoy, y las relaciones que mantengo con la gente que me rodea también están bien definidas. Sin embargo, hay algunas situaciones en las que sólo me encuentro muy de vez en cuando, y todavía no he aprendido a comportarme en ellas.
Los mismos nervios que me asaltaban en el Primavera hablando con cualquiera de los músicos mencionados aquí son los que hacen que no me guste entrar en tiendas de música pequeñas y preguntar a los dependientes. Me pongo nerviosa, miren qué tontería. Siempre pienso que saben mucho más que yo y me siento pequeña y estúpida. A mis 30 años, nada menos. Así que nunca pregunto por todas las cosas que quiero. Es más, puedo revolver estanterías enteras durante horas con tal de no preguntar "¿tienes tal o cual disco?". Lo he hecho muchas veces. Por supuesto, luego me siento más estúpida aún por no haber preguntado. Y eso que he mejorado mucho gracias a Jenaro, que me obliga a preguntar cada vez que estoy en esa situación. Si no fuera por él, yo seguiría en plan autista mucho más a menudo que ahora.
Por las mismas razones, no soy capaz de decirle a mis amigos escritores que los admiro por las cosas que hacen. ¡Y son mis amigos! Pero, de alguna forma, siempre me pongo nerviosa cuando tengo que decir algo tan sencillo como "este relato me encanta". Y al final acabo por no decirlo, lo cual es muchísimo peor que decirlo de forma escueta, pero mis nervios me acaban controlando siempre. Y los correos que tenía que haberles mandado después de haber leído tal o cual cosa siguen en el limbo de lo nunca escrito. Como tantas otras cosas.
Lo que más gracia me hace de todo es que la única vez en mi vida que viví un concierto como fan total, con mis lágrimas de emoción y acercándome a saludar con el corazón en un puño, no pensé en los nervios en ningún momento. Supongo que no me dio tiempo. Mi actitud fue bastante impulsiva y salí de allí eufórica como pocas veces en mi vida, pero claro, es algo que sólo podría sucederme con dos personas en este mundo: Dios padre y Dios hijo, y era Dios padre quien estaba dando aquel concierto.
El día que escriba un best-seller y me haga mega-archi-ultra-famosa sabré que se siente al otro lado de toda esta incapacidad mía. Mientras tanto, seguiré esforzándome por expresar con palabras algo tan simple como "qué bien escribes" o "qué bueno ha sido tu concierto".
Y ahora sí, me despido del Primavera Sound 2008 y me preparo para el Sónar 2008, que empieza dentro de tres días y, excepto cataclismo de última hora, yo estaré allí para verlo.
PD. Por supuesto, ustedes y yo sabemos que nunca escribiré un best-seller.
7 comentarios:
Jeje, me ha encantado el texto. Me he sentido muy identificada pq he vivido esa situación muchas veces. De todas formas he comprobado que con la práctica se gana seguridad y confianza, así q ánimo
:)
A mi me pasa lo mismo. Estuve con Lourdes, Russian Red, y me quedé agilipollado.
Con el tiempo se gana templanza como dice nuieta pero yo siempre acabo naufragando en los momentos especiales.
Escribes mucho y no puedo seguirte, aunque lo intento. Sobre música, ídem, es imposible asimilar todas tus propuestas, sobre todo cuando estoy esclavizado con Bon Iver.
Besos, Ignacio
Muchas gracias a los dos. Creo que después de haberlo escrito aquí, me quedé mucho más tranquila. Desahogarse siempre es bueno.
Es verdad que escribo mucho, Ignacio, pero no te preocupes si no puedes seguirlo todo, seguro que la mayoría de las cosas son boberías. Yo te agradezco que sigas visitando el blog cuando tienes un rato. Esta semana, además, habrá un parón de cuatro días en los que estaré calladita, calladita.
Saludos
Venga, antes del parón, mis anécdotas primaverales al caso:
Sábado por la tarde, en la guardería esa, haciendo tiempo para Mary Weis, aparece Roberto Herreros. Yo, que he hablado por correo con él, que conozco a su padre, me quedó mirándole, me digo que me voy a presentar, pero acabo dándome la vuelta y salgo huyendo por patas.
Horas más tarde, confundo a un desconocido con un bloguero y a otro con un insigne comentarista de blogs (¡al que había visto el día anterior!).
Eso por no hablar de mi incapacidad para deciros tres palabras con sentido cuando os conocí a vosotros. Creo que eso es un mal que padecemos bastantes.
Pásalo bien en el Sonar.
:-D
Pues no creas que yo estoy muy contenta con lo poco que hablé la noche que te conocí. Estaba tan cansada que creo que no era capaz de construir frases de más de tres palabras.
Al día siguiente me dio rabia no poder despedirme, pero después de Mission of Burma ya no te vi.
Y si hablamos de confusiones, no sé si sería el sol que me estaba cegando o qué, pero la primera tarde vi a Johan, el presentador de la MTV, y de primeras pensé que era el cantante de Lightspeed Champion. Luego se puso a hablar en catalán con una rubia y me dije "tate, aquí hay algo que no cuadra". Hasta que me di cuenta al cabo de un momento de quién era en realidad.
Luego me partía de la risa yo sola acordándome.
Me voy al Sónar el jueves por la mañana, así que todavía daré un pco la lata hoy y mañana.
Besos y gracias
Yo no sé cómo decirlo pero... ¿no os pareció que el de Lightspeed Champion es mucho más negro en las fotos que en la realidad???!!!
Le he mandado un mail a Roberto Herreros con el link a esta entrada pero no sus poner nerviosos ¡¿eh?! :D
(Lo he hecho más que nada porque creo que es la persona apropiada para explicarte lo de la subscripción a Ladinamo, y aprovecho para decir una vez más que es una publicación modélica, desde su formato hasta sus artículos, entre los que se encuentran algunos de los mejores artículos de periodismo musical publicados esta década en España. He dicho ;-))
Muchas gracias, Iván, lo de Ladinamo me interesa muchísimo y sigo sin saber cómo hacerlo.
probertoj no sé, pero yo no me pondré nerviosa, no te preocupes. Por escrito controlo mucho mejor mis nervios que en persona. :-D
De hecho, por casualidades de la vida, le he contado a Pepo M. por correo hace poco lo mismo que intenté decirle a Malela en persona y que me había salido tan churro, así que lo voy llevando mucho mejor.
Estoy de acuerdo con cada palabra que has dicho de la revista de Ladinamo, por cierto.
Saludos y gracias
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