15.3.09

personal: derivas musicales

La semana pasada se publicó en discotraxx, un blog muy recomendable, una entrada sobre los editoriales de Santi Carrillo en Rockdelux. Lo leí antes que la revista, pero sabiendo cómo habían sido los editoriales de los dos números anteriores, no me sorprendió en absoluto que alguien acabara publicando una entrada como ésa. Ya en enero habíamos esbozado algunos comentarios en El Ruido de la Calle sobre el mismo tema.

Desde luego, no es la primera vez que hablo en Los Latidos sobre la Rockdelux. Hay bastantes ejemplos de mi relación con la revista, cada vez más contradictoria, en los archivos del blog. Sin embargo, sí es la primera vez que trato de explicar lo que llevo analizando varias semanas, y no es otra cosa que mi progresivo alejamiento de la revista; hasta el punto de que este mes he pensado en ir a mi tienda de prensa a pedirle a Paco que ya no me la guarde más. Sospecho que no soy la única a la que le pasa, de hecho es probable que sea de las pocas lectoras habituales que no han dejado de comprarla.

Hace un mes, cuando terminé de escuchar el segundo volumen de la selección de las mejores canciones internacionales del 2008 según la Rockdelux, se apoderó de mí una sensación de desazón que se ha ido agudizando desde entonces. Lo primero que pensé al terminar de oírlo es que, considerando los dos CDs en conjunto, la mayoría de las canciones eran similares, o al menos respondían a un mismo estilo o patrón. Al escuchar el primero me había parecido que había algunas bastante interesantes. Sin embargo, al terminar el segundo pensé que no había nada nuevo bajo el sol. Luego me pregunté cuántas de ellas correspondían a un determinado universo pop/rock/folk, y cuántas eran de solistas masculinos o grupos con un hombre al frente. Y eran muchas.

Cogí de nuevo la revista de enero y repasé la lista de los mejores discos del año. Muchos de los que yo había considerado como mis preferidos estaban ahí: Vampire Weekend, Silver Jews, The Bug, Flying Lotus,Fuck Buttons, Lindstrom y Lightspeed Champion. Incluso entre los otros hay muchos que me gustan bastante (como el de Portishead), pero que no llegué a poner porque por algún lado tenía que recortar. Y sin embargo, mirando la lista completa de los 50 discos elegidos por la Rockdelux, mi sensación de desazón no mejoraba.

Al comprobar de nuevo la lista con las canciones esta sensación no sólo no mejoraba tampoco, sino que se volvía aún peor. Viva la vida en el número 1... Puedo pensar que nadie tiene la culpa de que a mí no me guste Coldplay, ni de que esa canción en concreto me parezca insípida, pero es que el número 2 me parece también bastante mediocre. Soul on fire está bien, pero ¿la segunda mejor canción del año? Ni de lejos. En el número 5, Blind, de Hercules & Love Affair, sí me parece una buena candidata. Es un pobre consuelo para una lista que, en conjunto, se me antoja triste, como los dos CDs que reúnen algunas de ellas. Ni siquiera la traca final del segundo volumen consigue que me entusiasme por lo que estoy oyendo. Quizá porque a esas alturas ya me había sumido en el desánimo. Quizá no.

Creo que mi sensación global ante estas elecciones es que la revista, de alguna manera, se está quedando atrás. Que la música emocionante y palpitante ahora mismo está en otra parte, no en las páginas que adquiero en mi kiosco mes tras mes. ¿Dónde están, por ejemplo, los remixes? Un simple vistazo a internet ofrece tal cantidad de reversiones e interpretaciones de muchos de los singles que se publican que suponen casi un universo en sí mismos. Para mí es un ejemplo de cómo está mutando la concepción de la música, de cómo las reglas del juego están empezando a cambiar y los formatos y las clasificaciones tradicionales ya no sirven. Y la prensa musical tradicional necesita encontrar la manera de adaptarse a los nuevos tiempos, de encontrar su hueco en un mundo en el que ofrecer información pura y dura, sin valores añadidos, no es suficiente. No desde que la información, cada día más, es en internet donde se encuentra.

Por supuesto, este dilema no atañe sólo a las publicaciones musicales, pero hablar de la prensa en general excede con mucho el tema que intento tratar en esta entrada.

Dicen que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, y si yo insisto en hablar de la Rockdelux una y otra vez es porque la revista me importa. Desde noviembre de 1994 ha llovido mucho. No he leído todos los números, pero sí bastantes de ellos. Y la diferencia entre lo que supuso para mí el CD que venía de regalo con aquella revista (cuando aún no lo traía todos los meses y se trataba de una ocasión extraordinaria, por el décimo aniversario de la publicación) y lo que supone cualquiera de los que se incluyen ahora es abismal. La escucha del tercer volumen, las mejores canciones nacionales del 2008 según los lectores, fue aún peor. Lo único que pude pensar al terminar es que el disco era un coñazo. ¿Cómo se puede pensar algo así de un recopilatorio que incluye temazos como Suena brillante, Hacia el huracán o Dos policías? Eso es lo que más me llama la atención, como teniendo buen material el conjunto resulta tan aburrido.

¿Qué tiene ahora mismo la Rockdelux, además de un CD de regalo que la mayoría de las veces no me gusta? Editoriales delirantes, crónicas de conciertos a los que no he podido asistir, artículos y entrevistas a grupos de los que muchos no me interesan y de los que sí ya sé mucho más que lo que me ofrece la revista, y críticas de discos. Mucha publicidad también, por supuesto, aunque al menos ya no aparece como marcas de agua en las páginas de los conciertos. ¿Qué me puede interesar de todo esto? A mí, particularmente, las críticas de los discos y los artículos de revisión en profundidad sobre algún grupo o cantante.

En el primer caso, se trata de piezas de opinión, y como tales su valor reside en quién las escribe. En la Rockdelux escriben críticos cuyo criterio respeto y me interesa, al igual que el de algunas de las personas que escriben blogs musicales. En el segundo caso, los artículos de revisión suelen hablar sobre grupos cuya carrera no conozco al completo. Suelen ser interesantes y entretenidos, además de incluir también una visión subjetiva del periodista que lo escribe. Esto último no es malo, al menos para mí. Si quiero conocer la discografía de un grupo no tengo más que abrir la Wikipedia o Allmusic, pero que esa discografía o historia esté desgranada por alguien a quien me guste leer es lo que diferencia una fuente de otra.

Sé que el tipo de música que escucho suele oscilar por temporadas, que va cambiando y que no puedo pretender que los medios se adapten a eso. Y no lo hago. Pero es probable que yo sea sólo una muestra de lo que puede pasar con el público que compra la revista. Ahora mismo, lo más importante es que la Rockdelux me hastía porque ha perdido la capacidad de sorprenderme que tenía antes. Nada de lo que leo me coge desprevenida, al contrario, la mayor parte del contenido me parece previsible y obvio. Que eso me pase con las listas de lo mejor del 2008 es sólo un ejemplo. Que me suceda también con el resto de la revista es lo malo. Y lo peor es que no sea la única a la que le ocurre.

Paradójicamente, aquello de lo que Santi Carrillo se vanagloria en el editorial del número de marzo puede ser visto como un síntoma de estancamiento en lugar de algo por lo que felicitarse. Dice el editorial, tras preguntarse por los artistas que más veces han aparecido en las listas de lo mejor del año de la revista: "Y, sobre todo, a las consecuencias de esa pregunta, que no son otras que demostrar con números la solidez de unas trayectorias contrastadas a lo largo de muchos años y confirmar la línea editorial de la revista al apostar tan insistentemente por según qué nombres". Es probable que La Revista 40, por ejemplo, pueda pasarse todos los años que dure hablando una y otra vez de La Oreja de Van Gogh, y eso no quiere decir que sea algo bueno.

Aún así, no creo que el problema resida únicamente en los artistas de los que se habla en la Rockdelux. Más bien creo que es una cuestión estructural, que la fórmula está agotada para muchos de los lectores que llevamos años siguiendo la revista y que va llegando el momento de que se planteen la necesidad de buscar soluciones para adaptarse a los tiempos que corren. Claro que esto sólo es mi opinión.

1 comentario:

Jermanio dijo...

Que vean un par de capítulos de Enjuto Mojamuto, ahí está su ocaso.

Una pena