Ray Davies, según yo
Hola a todos:
Quiero aclarar, antes de empezar, que hemos decidido no leer las crónicas del otro para ver cuál distinta fue nuestra perspectiva del concierto de ayer.
El concierto de ayer no era muy especial para mí a priori. Era Ray Davies, vale, un geniecillo, pero un pureta, las cosas como son. En mi casa nunca se escuchó a los Kinks, mi padre era de Led Zeppelin, los Rolling Stones, algo de rock progresivo, poco de Pink Floyd y mucho, mucho, mucho Raphael, Adamo y Maritrini (esas cosas que tienen las madres; que son las que mandan). Bueno, la cosa es que a pesar de que los conocía y sabía tatarear o canturrear mucha de su discografía nunca he comprado un disco suyo.
Mi intensa relación tardía con ellos vino con Ana, que como ella ha comentado pude conocer gracias a Primal Scream y su carpeta, a Radio 3, a "De 4 a 3" y a Paco Pérez Brian y Lara López, pero eso sí que es otra historia.
Bueno, el caso es que yo he escuchado la historia del Atlantida miles de millones de veces, y cada vez que Ana pone un disco de los Kinks en casa se veía una cierta tristeza en sus ojos, en serio, se ve, y que se queda con la mirada perdida pensando en aquel chasco, que tuvo que ser muy, muy, muy gordo.
El martes y el miércoles de esta semana estuve en Tenerife y en La Palma por trabajo y se me había olvidado el concierto, así que ayer, cuando me di cuenta de que no iba a poder acostarme temprano generé un rechazo a lo que iba a ver, qué triste es la incultura.
Durante la tarde me permití hacerle bromas a Ana sobre la celebración o no del concierto, sobre la crítica que viene en el Rockdelux de este mes y en la que terminan diciendo que debería limitarse al set de acústico que incluye en su concierto. Bueno, el caso es que no me apetecía un culo, y menos en un auditorio que no está concebido para este tipo de música y en el que además está prohibido beber cerveza mientras ves un concierto. Ana terminó enfadándose, un poco, por mis gilipolleces de cansado.
Bueno, pues entramos en el auditorio con nuestro gran amigo Toni, que ese sí que es un crack, y nos enseñó el auditorio un poco antes del concierto. Entonces fue cuando me di cuenta de lo cerca que íbamos a estar del grupo. Demasiado cerca quizá, luego comprobaría que no era demasiado cerca, que era estar dentro.
Avisaron por megafonía de que el concierto iba a empezar, nada que ver con lo que estamos acostumbrados, y cuando por fin me senté en mi localidad, con Ana al lado, flipé. Yo soy cegato y leía las pegatinas de los botones del ampli del guitarrista (un crack). Empezó el concierto y escuchábamos la música por los equipos de la banda y de Ray, sobrecogedor, increíble, fue muy cercano, carnal casi, me temblaba el pecho cada vez que el bajo rozaba una cuerda. No estábamos viendo un concierto, estábamos dentro de él. De hecho las torres de amplis del auditorio estaban a nuestras espaldas.
La cosa se fue calentando, comenzó con un par de temas de los Kinks y en el segundo yo ya tenía la piel de gallina. Fue en ese momento cuando llamé la atención de Ana para enseñarle como se me había erizado el vello y ella sólo fue capaz de encogerse de hombros y justificar con una sonrisa que estuvieran cayéndole dos lagrimones por los mofletes. En fin, a partir de ahí ni un comentario durante el concierto. Sobrecogimiento por momentos, descarga de adrenalina en otros, neutralidad con algunos de los temas del nuevo disco y, sobre todo, admiración por la profesionalidad y la energía de un tio que lo ha sido todo y que sigue currándoselo a sus 62 años como un campeón. Profesional, ese tío es un profesional y se nota que es muy bueno. De hecho durante algunos momentos uno se cuestiona por qué coño se admira tanto a algunos grandes de la música que a día de hoy pasan por los conciertos como si les jodiese darlos. Bueno, eso lo dejaremos para otra.
Pasó la primera parte, la principal del concierto, y salió un momento a descansar. Cuando volvió a hacer la primera parte de los bises Ray salió con una alegría desbordada, se notaba que el tío estaba cumpliendo con su papel y que además estaba bien con el público, tanto que el notas que estaba a nuestra derecha se levantó para darle la mano. Ray se acercó a él con la carrerilla que traía y le saludó agradecidamente. En ese momento, fueron milésimas, Ana se había levantado y también le ofreció su mano. Ray se la dio y justo después se inclinó un poco más para darle un beso que Ana devolvió dándole las gracias. A mí me dio la risa, pero ella estaba flotando.
Cuando el concierto terminó Ana cogió una de las púas que el guitarrista había estado utilizando y que le dio sonriente, siempre muy agradecido y sonriente, era clavadito al cantante de los Simply Red, y poco después le pedimos al técnico que nos acercase el play list que tenía pegado en la moqueta. Ana, con esos dos trofeos ya era la persona más feliz del auditorio, pero le faltaba, nos faltaba, la sorpresa de encontrarnos a Lara López, una amiga de Madrid que no esperábamos para nada que estuviese allí y que, como siempre, nos llenó de alegría, entre otras cosas porque representa muchas de las mejores cosas que hemos vivido en Madrid.
Me he alegrado muchísimo de haber ido a ese concierto y de ver como Ana se ha quitado esa espina que tenía clavada a lo grande. A partir de ahora espero ver otro reflejo en sus ojos cuando escuchemos cualquiera de los veintipico discos de los Kinks que hay en casa y, tengo que terminar con este comentario: me gusta que por una vez sea ella y no yo el que se emociona en un concierto.
Un abrazo.
1 comentario:
Tú si que eres grande, mi niño. Un beso y gracias por haberme aguantado durante el día de ayer, que, sobre todo antes del concierto, no debió de ser nada fácil.
¡Por muchos conciertos más!
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