10.11.09

variedad de martes nublado y ventoso

Reconozco que al principio no presté mucha atención a tanta lista p’arriba, lista p’abajo. Vi que en algunos blogs empezaban a elegir que si lo mejor de esto y de aquello, pero yo, nada, en la inopia total. Hasta que no fui a buscar la Rockdelux a mi quiosco no me enteré de qué iba la historia. Empecé a pensar que si era el 25 aniversario de la revista, por qué las listas eran sólo de los últimos años. Y entonces ya caí. Es que están dando una década por terminada. Pues muy bien.

Si empiezo por decir que la década no se acaba en el 2009, sino en el 2010, sé que se me van a revolucionar, así que mejor voy a obviar ese detalle. Pero sí tengo claro que en este blog no se van a encontrar esas listas, ni ahora ni el año que viene. Si ya me cuesta elegir lo mejor de un año, ni les cuento lo que me costaría elegir lo mejor de una década entera.

De hecho, ni siquiera va a haber listas de lo mejor del año esta vez. Sería absurdo siquiera pensarlo, cuando no he escuchado nada de lo que se ha ido publicando en todos estos meses y sólo ahora estoy empezando a hacerlo.

Hoy arranqué el día con el disco de DJ Spooky, The Secret Song. Al principio prometía mucho, pero reconozco que hacia la mitad, o incluso un poco menos, ya me había cansado. Al final, me quedo con 5 million ways to kill a CEO, que sí me parece una canción destacable, y poco más. Lo peor es que leyendo en su web lo que DJ Spooky pretende conseguir con el disco yo me siento poco menos que gilipollas por responder sólo con indiferencia ante el resultado, pero así es la cosa.

Eso me hace preguntarme si estoy un poco oxidada después de tantos meses. Tengan en cuenta que pasé de escuchar música durante 7 u 8 horas al día a no hacerlo casi en absoluto, excepto por los discos que poco a poco le vamos poniendo a Diego. Que sí, son de lo más variado y enriquecedores, pero todos son paisajes ya conocidos, transitados y asimilados, así que es posible que me haya ido anquilosando y ahora me cueste volver a escuchar cosas nuevas. También hay que tener en cuenta que a mí no se me da bien la metafísica de la música. No valgo para eso, mi cabeza se comporta de forma bastante simple en cuanto a los sonidos que le llegan. La música no es algo que se me dé bien analizar, y su relación con el mundo que nos rodea, menos aún. Para eso ya hay muchos buenos blogs ahí fuera y yo prefiero centrarme en las cosas que se me dan bien que imponerme metas inalcanzables. Metas que, además, necesitan un tiempo del que yo no dispongo.

Y esto me lleva al segundo punto del día. Ayer, de camino a mi primer día de trabajo, iba hablando con Jenaro de no sé muy bien qué y le volví a soltar la coña de "Cuando yo escriba un best-seller...". Es una conversación tan recurrente que ya ha tomado el cariz de broma privada para nosotros. Podría explicarles por qué: porque no me siento a escribir desde hace lustros, porque siempre hay excusas para no hacerlo, porque pensar que la literatura me puede salvar de la vida de oficina es casi tan disparatado como confiar en que me toquen los euromillones, porque en el fondo ni yo misma confío en que de verdad vaya a terminar alguna de todas esas novelas que tengo pensadas y esbozadas en una carpeta. Porque si de verdad, como decía Enrique Páez hace unos meses, un escritor escribe mil palabras al día, está claro que yo no soy escritora ni llegaré a serlo nunca. Y ahora viene otro cúmulo de explicaciones para esta afirmación que no pienso desplegar. En fin, nada de lo que me apetezca hablar, ni aquí, ni con nadie, excepto por esos momentos en los que el humor consigue tapar un poco mi desengaño conmigo misma.

Lo cierto es que hoy, a través de esta entrada de Libro de Notas, fui recorriendo enlaces y acabé en el blog del poeta David González. Sí, he leído algunos poemas suyos. Sí, me han parecido bastante bien. Sí, sé que mucha gente considera que sus poemas son buenísimos y que hay otros cuantos que piensan que son muy malos. No, no le he prestado más atención por la simple razón de que no me gusta nada la poesía y no soy capaz de leer más que alguna cosa aislada muy de vez en cuando. Sin embargo, esa entrada de su blog sí me gustó, y sí me llamó la atención lo suficiente como para leerla con detenimiento.

Es muy triste que un poeta del que se habla mucho en los círculos literarios de la nueva literatura española, o como se quiera llamar, sólo haya vendido 7 ejemplares de su libro más nombrado (mítico, como dice él), incluyendo ventas por internet. 7, dense cuenta. Un número de una sola cifra.

Lo primero que me viene a la cabeza al leer eso es que en la industria discográfica se quejan de vicio. Estoy convencida de que la mayoría de los discos que se venden por internet consiguen números mejores, aunque es posible que me equivoque. Lo segundo que me viene a la cabeza son los conceptos de satisfacción y rentabilidad. Escribir es uno de los procesos más difíciles que conozco; claro que también es lo único mínimamente artístico que he hecho. Llegar a un nivel de aceptación y conformidad con el texto que se tiene entre manos puede llevar días, meses o años, pero siempre mucho más tiempo de lo que se emplea en cualquier otra tarea. Una vez alcanzado ese objetivo, el texto en cuestión puede proporcionar dos tipos de satisfacción: la propia, íntima, que todo escritor experimenta al finalizar el proceso de escritura, y la que proviene del exterior y que se alimenta de las alabanzas de los demás una vez hecho público y leído dicho texto. Sin embargo, una cosa es que un escrito produzca satisfacción y otra muy distinta es que dicha satisfacción se materialice de alguna manera. La rentabilidad. Y eso, señores, es algo condenadamente difícil de conseguir.

Esto explica en parte, claro, el éxito de participación en la mayoría de los certámenes literarios de éste y otros países, a pesar de todo lo que uno sabe sobre ellos (y si no, aquí un ejemplo, precisamente del único certamen en el que premiaron un relato mío). Dado que en casi ningún sitio pagan (y de hecho así te lo dicen cuando te piden un relato para casi cualquier cosa), mandar lo que uno va produciendo a un concurso, por muy amañado que esté, hace que al menos se pueda tener una remota posibilidad de pillar cacho.

En fin, que no debería sorprenderme de que pinchar, que es algo que yo creo que se me da bastante peor que escribir, sea una actividad que me reporte mucha más satisfacción y con mucho menos esfuerzo que la literatura. Al menos en los bares tienen claro que al dj hay que pagarle, más o menos, pero algo. Y las horas que dedico a preparar una sesión y pinchar son muchas menos que las que me lleva escribir un relato hasta dejarlo a punto de caramelo.

Llegamos así al tercer punto del día. Después de muchos meses sin revisar mi cuenta de correo de Ana Deluxe (esa chica que pinchaba hace un año y algo, ¿se acuerdan?) la abrí ayer y me llevé una sorpresa mayúscula y muy grata. Resulta que Edu Meteosat (sí, por el grupo del que formaba parte hace unos años), que es uno de los impulsores de la movida nocturna en Las Palmas, ha abierto un local nuevo. Se llama Delta 79 y tiene una programación de lujo todas las semanas, con un montón de djs poniendo música variada y creo que dos ambientes distintos. Digo creo porque comprenderán que aún no he ido, ni iré hasta que Diego pueda pasar una noche sin mamar, aunque ese día puede que esté más cerca ahora que va a empezar con los cereales. Bueno, pues el caso es que me ha escrito Marta, la encargada de la programación, para ver si quiero pinchar allí algún día, así, por las buenas, sin mediación de mis queridos managers (Jenny, Manel y Javi, gracias a ellos existe Ana Deluxe). Estoy más feliz que un niño con zapatos nuevos y sólo me falta llamar para avisar de que en un mes o así podré volver a los platos.

No se me ocurre ninguna prueba mejor de que los milagros existen, exceptuando, eso sí, el hecho de que una de las orquídeas que me regalaron cuando di a luz no sólo no haya muerto sino que le estén saliendo hojas nuevas. Nunca lo hubiera creído de no verlo con mis propios ojos cada día.

PD. Al final parece que si he tenido tiempo para una entrada larga y dispersa de ésas mías. Lo malo es que me ha quedado un poco egocéntrica, así que les pido que me disculpen. Tengan en cuenta que la nebulosa que estaba siendo para mí el mundo exterior sólo se va aclarando poco a poco. Espero poder hablar de cosas más interesantes a medida que pasen los días.

2 comentarios:

Jermanio dijo...

Yo sigo confiando en ese próximo hito de la literatura universal.

En serio, para mí no es ninguna broma y creo que algún día podrás pensar en estos momentos de duda como como la fase anterior a decidirte a escribir.

A ver si el medio consigue acercarte al fin.

Besos

anhh dijo...

Según Word, 1580 palabras en una entrada de un día.