vídeos: la evolución de las costumbres
A través del blog de Puño vi este vídeo esta mañana y me dejó impresionada... Ahora lo pongo una y otra vez.
A través del blog de Puño vi este vídeo esta mañana y me dejó impresionada... Ahora lo pongo una y otra vez.
Aquí va el primero de los dos mixes que les prometí al medio despedirme del blog. El generador de sellos sigue sin funcionar, así que de nuevo es un mix sin imagen. Además es cortito y todo pop y rock, parece que este año la idea era ir alternando entre estilos cada dos mixes.
Las canciones:
01 Jeffrey Lewis & The Junkyard - Slogans
02 Jail - New Noise
03 Okkervil River - Pop Lie
04 Sunset Rubdown - Idiot Heart
05 Thee Brandy Hips - Hummingbird
06 Great Northern - Houses
07 Lisa Mitchell - Coin Laundry
08 Akron/Family - River
09 My Morning Jacket - El Caporal
10 The National - Sleep All Summer
En los comentarios de cada una, los blogs donde las vi por primera vez.
En los paritorios del hospital donde voy a dar a luz hay ordenadores en los que puedes poner un CD que lleves tú misma y así escuchar la música que quieras mientras estás allí. Ayer nos estuvimos echando unas risas pensando en la cara que nos pondrían si nos da por escuchar el de los Fuck Buttons.
Hace dos años, el Kalise Gran Canaria jugó la primera ronda de los playoff contra el DKV Joventut, equipo que por aquel entonces entrenaba Aíto. Después de perder los dos primeros partidos, ganar el tercero en Badalona significó un rayito de esperanza para soñar con remontar la eliminatoria.
El cuarto partido, en el CID (o el pabellón, como le decimos aquí), fue de los más intensos y agónicos que recuerdo haber vivido en las cuatro temporadas que llevo siendo abonada del Granca. Cuando, después de mucha vicisitudes, los árbitros pitaron una falta sobre Savané, con el tiempo de partido consumido y el marcador 63 a 65, no sé muy bien a qué santos o deidades se encomendó cada uno de los espectadores que se mordían las uñas en las gradas para pedir que aquellos dos tiros libres se convirtieran en canastas. Savané tiene una forma de tirarlos bastante peculiar, por decirlo de alguna manera, y que deja a uno con el alma en vilo hasta que se descubre si la pelotita decide o no pasar por el aro. Son tiros de velocidad absurda, mínima, como pasados a cámara lenta. Si unimos eso a que uno de los principales problemas del equipo es el penoso porcentaje de acierto en tiros libres, que Savané rompiera la maldición y consiguiera meter los dos y forzar la prórroga fue una suerte de prodigio sobrenatural.
Ganamos en la prórroga y perdimos el quinto partido en casa del Joventut. Una vez más, el Gran Canaria se quedaba sin saber lo que es pasar a las semifinales de los playoff.
Después de una temporada mediocre, la 2007-2008, en la que quedamos novenos, este año por fin volvemos a los playoff. Como ya les conté en una entrada anterior, volvemos a enfrentarnos con Aíto, aunque no es el Joventut, sino el Unicaja, el equipo al que entrena. También nos hemos clasificado en el 6º lugar y ellos, en el 3º. La diferencia es que esta vez la eliminatoria se juega a sólo tres partidos. El que gane dos, pasa a semifinales.
Y ayer, en el Martín Carpena de Málaga, el Granca dio un paso de gigante para conseguirlo. Por primera vez en la historia, vamos por delante en los resultados de cuartos.
El partido fue tenso, ilusionante en algunos momentos y terriblemente desesperante en otros. Todos los jugadores del equipo, sin excepción, pusieron su granito de arena para conseguir la victoria. Desde el momento en que el pitido inicial puso el partido en marcha y más aún después de que Carl English se lesionara al principio del segundo cuarto y los telespectadores nos quedáramos sin aliento pensando en lo que eso podía significar para nosotros, todo el equipo peleó con uñas y dientes para ganar. La mayoría de los jugadores tuvieron momentos flojos y fallos que podrían haber tenido consecuencias terribles. Pero todos, todos, los compensaron con creces, con acciones más o menos espectaculares que consiguieron que el equipo no estuviera nunca fuera de juego.
Cuando quedaban seis décimas de segundo y tras una serie de despropósitos que nos podían haber hecho perder, el partido estaba empatado a 74 y el Unicaja tenía que sacar de fondo para intentar ganar en ese tiempo, escaso para ellos y eterno para nosotros. Entonces llegó de nuevo Savané y le puso a Berni Rodríguez un tapón que nos libró de la canasta y la derrota. Otra vez el senegalés consiguió llevarnos a la prórroga y otra vez el Gran Canaria ganó el partido de manera espectacular en esos cinco minutos de tiempo extra.
Mañana por la tarde, si mi pie me lo permite, estaré en el pabellón junto a otras 5.000 personas para dejarme la garganta intentando animar al equipo, con mi camiseta amarilla y mis palitos. Mañana por la tarde sabremos si el milagro se completa y conseguimos pasar a las semifinales. Igual es que esta vez sí que toca.
Actualización: como ya ha expresado Jenaro en los comentarios, ayer nos volvimos a casa con la frustración de haber perdido OTRA VEZ. Lo malo es que en esta ocasión parecía que teníamos la oportunidad de cambiar la historia de siempre en nuestra mano, pero no hubo manera. Debe ser que no estamos hechos para la épica.
El sur de Gran Canaria es un sitio extraño. Uno de esos lugares en los que el tiempo parece haberse suspendido en algún punto entre 1970 y 1989. Sobre todo en invierno, cuando hay pocos españoles y la media de edad de los residentes temporales es de 65 años. Son casi todos nórdicos y alemanes que llevan muchos años pasando los inviernos en la isla, cuando en sus países arrecia el frío y prefieren volar a sus apartamentos cálidos cerca del mar. Los bares y los restaurantes tienen los nombres y las cartas en sueco o alemán, y en las tiendas se vende ropa que muy bien podrían haber usado los miembros de ABBA en la época del Waterloo. Cuando cae la noche, todos los chonis (así llamamos, o llamábamos en la era pre-televisión, a los guiris) salen a pasear con sus mejores galas y disfrutan de canciones melancólicas de Wham! o Boy George mientras apuran una pinta de cerveza.
Y la radio... Las emisoras de Las Palmas dejan de escucharse a mitad de camino hacia el sur, a la altura del aeropuerto. A partir de ese momento, es territorio comanche. Sobreviven la SER, Radio Nacional y poco más. En el resto del dial, los locutores ingleses y alemanes campan a sus anchas, ofreciendo información local y una selección musical que puede ir desde el country más rancio hasta éxitos recalcitrantes de la música disco de los 80.
Durante varios años, tuve que pasar parte de las navidades estudiando para los exámenes de febrero en ese escenario que se podría calificar de inductor al suicidio. Cuando me cansaba de las cintas de música que hubiera llevado para alimentar mi walkman y con él mis oídos, cambiaba a la radio y trataba de encontrar alguna emisora en la que los locutores hablaran poco y pusieran mucha música ininterrumpida. Normalmente encontraba alguna que otra con relativa facilidad, pero el contento duraba poco porque a determinadas horas del día empezaban los boletines de noticias en alemán o los programas de participación en los que se sucedían las llamadas de los alegres jubilados para contar cualquiera sabe qué trepidantes peripecias de su vida en aquellas playas. Aún así, lo malo no era lo poco que duraban los sucedáneos de hilo musical en esas emisoras, sino las canciones que los conformaban, a cuál más terrorífica.
Pronto descubrí que se trataba de discos variados ya grabados, y que las canciones se repetían en el mismo orden cada cierto tiempo. Por eso, cuando escuché por primera vez Needles and pins y me pareció que acababa de encontrar una pepita de oro en dos kilómetros cuadrados de desierto, acabé enganchándome aún más a aquella emisora alemana, escuchándola durante varias horas al día sólo esperando el momento en que volviera a sonar. No sabía de quién era la canción, Internet no existía tal y como lo conocemos ahora y no tenía fuentes de información a mi alcance para averiguar algún dato sobre ella.
Pasó mucho tiempo hasta que escuché, en Madrid, la versión de Needles and pins que hicieron los Ramones, y que ahora me parece que quizá sea la más famosa de todas. Fue Jorge Albi quien la puso en su bar y quién me dio alguna pista sobre la versión que estaba buscando. Al cabo de unos meses, me había comprado un recopilatorio bastante baratito de los Searchers en Madrid Rock y escuchaba la canción sin cansarme no sé ni cuántas veces al día.
Compuesta por Jack Nitzche y Sonny Bono, la versión original la cantó en 1963 Jackie De Shannon. Es bonita, pero no llega a provocarme ni un simple escalofrío. La versión de los Searchers, ésa que tanto me gusta, llegó en 1964. La de los Ramones, en 1978.
No sé explicar por qué esta canción me gusta tanto y otras similares, no. Supongo que en realidad parte de la magia de la música pop reside en eso, en el pequeño click que a veces salta en el cerebro cuando escuchas una determinada melodía, una voz que te susurra una palabra, tres notas que se desencadenan como por casualidad. Siempre he pensado que esto mismo le pasa a todo el mundo, que hay alguna canción añeja que le remueve las entrañas sin saber muy bien por qué. A veces creo que son sólo imaginaciones mías y que estas querencias inexplicables no son tan habituales, pero entonces recuerdo que estamos hablando de música y todo vuelve a empezar.
El día ha amanecido gris en Las Palmas, igual que ayer, después de una semana en la que pensábamos que ya habían llegado el verano y el buen tiempo. Si fuera más crédula o supersticiosa diría que es un favor que me están haciendo las nubes, escondiendo al sol para que no me dé tanta pena estar encerrada en casa por culpa de una contractura en el pie. El médico de urgencias que me vio ayer, cuando el dolor que llevaba arrastrando desde el sábado me tenía ya caminando como si fuera Pozí, escribió Reposo dos veces en el parte y lo subrayó, así que decidí hacerle caso, quedarme a vivir en el sofá con la pata en alto y pelearme con la cagarruta de conexión VPN con la que tengo que conectarme a la oficina para poder trabajar desde aquí. Si no fuera porque la conexión se me desconecta cada dos por tres y tengo que volver a entrar, diría que mi nivel de productividad durante el día de ayer estuvo cerca del máximo. Es increíble lo que hace no tener a gente alrededor preguntando todo tipo de dudas informáticas, avanza una que da gusto con el trabajo pendiente.
Volviendo al tema de las nubes, y como no podía ser de otra forma, Chet Baker me está acompañando para empezar el día. Sólo hay dos discos que me gusta escuchar en estas condiciones, y son los que ven en las fotos.
Sí, Chet está viejuno ya en este disco. Además, aparte quizá de How deep is the ocean, no aparece ninguna de sus canciones más conocidas, como My funny valentine o Time after time. Sin embargo, yo prefiero al Chet trompetista antes que al cantante (aunque aquí cohabitan las dos vertientes) y, a pesar de tener otros discos suyos, siempre vuelvo a éste una y otra vez. No será muy conocido, es posible que no sea de los que están mejor considerados, pero a mí siempre me ha parecido una pequeña joya.
En cuanto al disco de Miles Davis, para qué decir nada. Sí hubo una época en la que escuché bastante el Kind of Blue, por ejemplo, y también me sucede lo mismo, que tengo otros discos suyos y todos me gustan mucho, pero Ascensor para el cadalso es el único que llega a emocionarme. Es curioso que me pase con un disco que se supone que no es uno de los mejores de Miles, y que de hecho en Allmusic, por ejemplo, se puede leer que no vale nada separado de la película, pero yo no sé cuántas veces lo habré podido escuchar, cuantas tardes de frío y lluvia, y siempre está ahí, para acompañarme. La película, sin embargo, no la he visto nunca.
Hay otro disco que tenía que haber aparecido en Los Latidos si las entradas hubieran seguido su curso normal. Jenaro estuvo en Madrid por temas de trabajo y se acercó a CD-Drome para ver si me encontraba algún disco de Hefner, que yo sólo los tengo en cinta, pero eso es misión imposible. Así que estuvo hablando con el dependiente, que no era el mismo que nos ha atendido otras veces, cuando vamos en Navidad con demasiado poco tiempo y demasiados discos pendientes en nuestras listas, y él le recomendó éste de entre los que tenían de Darren Hayman.
Al chico de CD-Drome: gracias, gracias, gracias.
No sé si el disco hubiera calado de la misma forma en mí si lo hubiera escuchado de otra manera, pero lo cierto es que lo pusimos por primera vez hace dos fines de semana, en el coche, mientras recorríamos las sinuosas carreteras del interior de Gran Canaria en busca de la primavera. Resulta difícil expresar con palabras la sensación de recorrer carreteras desiertas bañados por el sol, con la brisa colándose por las ventanas y las flores de mil colores rodeándonos en las laderas, sin mapa ni destino concreto, y con los primeros acordes de Civic pride regalando nuestros oídos. Creo que la magia duró al menos cuatro canciones, durante las que no pronunciamos una sola palabra, hasta que, pasada Losing my glue, me atreví a hablar para decir que ésa era una de las canciones que yo ya había escuchado antes. Lo que no dije, y debí decir, es que había una diferencia abismal entre oírla en el ordenador, mientras estaba trabajando, sin poder prestarle mucha atención, y aquel momento de paz absoluta en el que Darren Hayman se colaba de nuevo en mi vida para hacerla un poco mejor.
El disco es una maravilla y deberían correr a comprarlo si aún no lo han hecho.
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Ya es viernes cuando sigo escribiendo. Ayer fui de nuevo al médico, me mandaron más reposo y empiezo a desesperarme por no poder moverme ni salir de casa, pero parece que no me queda más remedio que estar quieta y con el pie en alto. Resulta curioso que me pase esto justo después de publicar la que pensaba que sería la despedida del blog, porque ahora tengo todo el tiempo del mundo para dedicarme a escribir. Ironías de la vida, me imagino, como el hecho de que por esta situación el blog no se vaya a quedar en 666 entradas.
Al volver del médico, me encontré con el CD de Anntona en mi buzón. Lo puse en cuanto llegué a casa y es lo único que escucho desde entonces, una y otra vez. Y me emociono igual cada vez que suena Tú hueles mejor.
Cambiando de tercio y dado que el país lleva unas cuantas semanas (¿o debería decir lustros?) tomado por el fútbol, no estaría de más mencionar que este fin de semana empiezan los playoff de la liga ACB. Para no variar, el Granca se enfrenta de nuevo con el Unicaja, que es el equipo de Aíto este año. Podríamos llamarlo mala suerte, déjà vu, destino cruel o como quieran, pero en el fondo sólo es el resultado de no haber sido capaces de ganar los dos o tres partidos que hubiéramos necesitado para quedar en 5º puesto y no 6º y así enfrentarnos con el Real Madrid, que a priori me parece mucho más accesible. Tal y como dijo mi amigo Jose hace ya unos meses, el Real Madrid de esta temporada no enamora nada.
Y si les digo la verdad, el Kalise Gran Canaria tampoco. Quizá sí en la primera vuelta, incluída la jornada histórica en la que nos pusimos líderes después de ganar precisamente al Unicaja, pero desde luego no en la segunda, cuando el equipo ha ido de capa caída y ha terminado tirando por la borda los buenos resultados que habían ido consiguiendo. Sí, es la temporada con mejores resultados del equipo en toda su historia. Pero podría haber sido mucho mejor.
Supongo que aún podría serlo, en caso de conseguir pasar a las semifinales de los playoff, pero para pensar eso sería necesario que creyera en los milagros y, la verdad, nunca he sido tan ingenua.
No se crean que tengo mucho que contar aparte de todas estas boberías. Ésta bien podría ser la entrada más insustancial de la historia del blog, aunque a estas alturas, qué más da. Pero supongo que es mejor que lo deje aquí antes de que esta entrada empiece a devorarse a sí misma en el reino de la nada. De todas formas, no les aseguro que no vaya a seguir desvariando durante cualquier otro rato de este encierro obligado.
Queridos lectores de Los Latidos, si es que queda alguno:
No me he muerto ni me han abducido los extraterrestres ni María Teresa Campos disfrazada de lagarterana. No estoy encerrada en ningún hotel del Caribe por si tengo la famosa gripe que cada día bautizan de una forma distinta. No he terminado los nueve meses de embarazo ni (toquemos madera) he parido antes de tiempo, así que aún no soy una madre entregada y alejada de casi cualquier bicho con cables. No he decidido abjurar de internet ni de los ordenadores, por más que empiece a parecerlo sospechosamente. Tampoco he tirado la toalla con el blog, aunque reconozco que he estado a punto.
Durante dos días, mientras le daba vueltas una y otra vez a la cantidad de tiempo que llevaba sin escribir nada, he pensado y repensado si esta entrada debía ser una despedida o un simple cambio de rumbo. Si seguir publicando alguna que otra cosa de vez en cuando, teniendo en cuenta que no podrían ser las entradas largas y llenas de desvaríos que salpicaban el blog de tanto en cuando y que en el fondo eran las que más me gustaba escribir, sino más bien destellos fugaces de probable mediocridad; o bien asumir de una vez que no tengo ni tiempo ni espacio mental para continuar con Los Latidos ahora mismo y dejarlo en un hiato indefinido. Aún ahora, mientras escribo, sigo sin tener claro lo que voy a hacer.
Tengo un mix preparado que será, muy probablemente, el penúltimo del año, así que al menos quedan dos entradas más. El último mix me gustaría que fuera algo especial e intentaré darle forma antes de que terminen las pocas semanas que me quedan ya de embarazo. Nunca pensé que este tiempo se me iba a pasar tan rápido, pero siento que las horas se me escurren entre los dedos. También me gustaría escribir de vez en cuando alguna entrada de las de la serie "Canciones para Diego", y es posible que lo haga. Así que ya ven que no me voy a callar del todo, pero sí tengo que asumir que esto estará más silencioso que de costumbre.
El problema es en parte de dedicación mental, pero también de falta de tiempo. Tengo bastante trabajo, porque tengo que dejar todo preparado para que no se hunda el mundo oficinesco durante mi baja maternal, y mi tiempo libre lo paso haciendo listas de cosas que me faltan, leyendo aún más cosas sobre partos y bebés, yendo a lugares apasionantes como Ikea o Leroy Merlin, ordenando y limpiando lo que puedo y enredando y pululando por la casa mientras Jenaro monta armarios y cunas. Y no me quejo de ninguna de estas cosas, aunque algunas de ellas puedan sonar a tortura china, en realidad estoy disfrutando de casi cada momento y me paso de buen humor la mayor parte del tiempo, cosa no tan habitual en mí.
A aquellos que lean Los Latidos por medio del feed: no lo borren, seguirá habiendo entradas nuevas, aunque será muy de vez en cuando.
A aquellos que abran la página para leerlo: me temo que se encontrarán con el mismo panorama casi siempre que lo hagan, aunque alguna vez que otra habrá pequeñas novedades.
Por lo demás, mi frecuencia de lectura y capacidad de comentar en el resto de los blogs también ha caído hasta casi el subsuelo. De hecho, estoy borrando feeds en el Google Reader, lo nunca visto. Por ahora ha sido una purga amable, pero sé que llegará el momento en que se produzca la hecatombe y borre la mayoría de mis suscripciones. Y si alguna vez llegué a pensar que eso sería diez minutos antes de salir corriendo hacia el hospital, el tiempo me está demostrando que me equivocaba y que será mucho antes de lo que pensaba.
El aspecto de Diego cuando quedan dos meses para que nazca es más o menos éste:
Entenderán que sea difícil pensar en cualquier otra cosa.
Gracias a todos los que han comentado en el blog durante estos años. Han conseguido que escribir en Los Latidos haya sido una de mis actividades más placenteras y un asidero contra la mediocridad y la mezquindad generalizadas. Mi vida de internet siempre ha sido bastante tranquila y satisfactoria, y sobre todo es gracias a ustedes.
Aunque esto no es una despedida, sé que lo parece, pero volveré a dejarme caer por aquí cuando las circunstancias sean más propicias.
Hasta entonces, ya saben, sean buenos: pórtense regular.