Y la radio... Las emisoras de Las Palmas dejan de escucharse a mitad de camino hacia el sur, a la altura del aeropuerto. A partir de ese momento, es territorio comanche. Sobreviven la SER, Radio Nacional y poco más. En el resto del dial, los locutores ingleses y alemanes campan a sus anchas, ofreciendo información local y una selección musical que puede ir desde el country más rancio hasta éxitos recalcitrantes de la música disco de los 80.
Durante varios años, tuve que pasar parte de las navidades estudiando para los exámenes de febrero en ese escenario que se podría calificar de inductor al suicidio. Cuando me cansaba de las cintas de música que hubiera llevado para alimentar mi walkman y con él mis oídos, cambiaba a la radio y trataba de encontrar alguna emisora en la que los locutores hablaran poco y pusieran mucha música ininterrumpida. Normalmente encontraba alguna que otra con relativa facilidad, pero el contento duraba poco porque a determinadas horas del día empezaban los boletines de noticias en alemán o los programas de participación en los que se sucedían las llamadas de los alegres jubilados para contar cualquiera sabe qué trepidantes peripecias de su vida en aquellas playas. Aún así, lo malo no era lo poco que duraban los sucedáneos de hilo musical en esas emisoras, sino las canciones que los conformaban, a cuál más terrorífica.
Pronto descubrí que se trataba de discos variados ya grabados, y que las canciones se repetían en el mismo orden cada cierto tiempo. Por eso, cuando escuché por primera vez Needles and pins y me pareció que acababa de encontrar una pepita de oro en dos kilómetros cuadrados de desierto, acabé enganchándome aún más a aquella emisora alemana, escuchándola durante varias horas al día sólo esperando el momento en que volviera a sonar. No sabía de quién era la canción, Internet no existía tal y como lo conocemos ahora y no tenía fuentes de información a mi alcance para averiguar algún dato sobre ella.
Pasó mucho tiempo hasta que escuché, en Madrid, la versión de Needles and pins que hicieron los Ramones, y que ahora me parece que quizá sea la más famosa de todas. Fue Jorge Albi quien la puso en su bar y quién me dio alguna pista sobre la versión que estaba buscando. Al cabo de unos meses, me había comprado un recopilatorio bastante baratito de los Searchers en Madrid Rock y escuchaba la canción sin cansarme no sé ni cuántas veces al día.Compuesta por Jack Nitzche y Sonny Bono, la versión original la cantó en 1963 Jackie De Shannon. Es bonita, pero no llega a provocarme ni un simple escalofrío. La versión de los Searchers, ésa que tanto me gusta, llegó en 1964. La de los Ramones, en 1978.
No sé explicar por qué esta canción me gusta tanto y otras similares, no. Supongo que en realidad parte de la magia de la música pop reside en eso, en el pequeño click que a veces salta en el cerebro cuando escuchas una determinada melodía, una voz que te susurra una palabra, tres notas que se desencadenan como por casualidad. Siempre he pensado que esto mismo le pasa a todo el mundo, que hay alguna canción añeja que le remueve las entrañas sin saber muy bien por qué. A veces creo que son sólo imaginaciones mías y que estas querencias inexplicables no son tan habituales, pero entonces recuerdo que estamos hablando de música y todo vuelve a empezar.
Pues yo la única que conozco, aparte de la de los Ramones, es una versión de Smokie que tengo en single de los tiempos en los que buscábamos conquistar a la chicas:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=RQCrfyIlZJI
Una versión rock!! :-D
ResponderEliminarCon tu comentario me di cuenta de que no había puesto ningún vídeo ni ningún enlace a Spotify con la versión de los Searchers, así que he actualizado la entrada.
Saludos