Cuando Bertrand Cantat asesinó a Marie Trintignant, en el año 2003, yo aún no había escuchado ningún disco de su grupo, Noir Désir. Al cabo de un tiempo, escuché Tostaky y me gustó hasta casi la obsesión, así que el siguiente paso lógico hubiera sido hablar de él en Los Latidos. Pero no lo hice y tampoco sé si lo haré algún día.El problema es que hablar de Noir Désir después del homicidio (voluntario, involuntario o lo que ustedes quieran, pero una paliza brutal lo miren como lo miren) entraba en conflicto con mi conciencia. No en un conflicto claro, de los que permiten tomar una decisión aunque sea drástica, sino un conflicto peliagudo, de los que se quedan enquistados en la mente de uno durante años y años sin que se llegue a ninguna conclusión satisfactoria. Por una parte, tengo claro que no voy a dejar de escuchar al grupo. Por otra, no me encuentro cómoda hablando de ellos, aunque los demás integrantes no tengan la culpa de lo que hizo Bertrand.
Un tema de conversación recurrente entre los amantes de la lectura es precisamente cómo enfrentarse a la obra de un autor que nos resulta apasionante como escritor, pero repugnante como persona. El caso paradigmático en España es Cela, de quien todos sabemos que fue lo que vulgarmente se conoce como un tremendo hijo de puta, pero que escribió algunos libros magníficos que sería una pena no leer. Creo que cada vez que este tema se ha hablado en los entornos literarios en los que participo se ha llegado a la conclusión de que es necesario separar obrador y obra para poder disfrutar de la lectura. Lo cual no significa dejar las convicciones políticas o morales a un lado; a no ser que en la propia lectura que se está acometiendo se encuentren afirmaciones que atenten contra ellas.
Lo cual nos lleva a una nueva vuelta de tuerca en este dilema. ¿Qué sucede cuando esas convicciones que nos resultan deplorables se manifiestan abiertamente en la obra de un músico o un literato? ¿Sigue siendo posible escuchar esas canciones o leer esos libros sin que la conciencia se nos resquebraje?
Estas preguntas se me han vuelto a plantear ahora por lo siguiente. Entre las muchas canciones que me suelo bajar para escuchar a grupos nuevos, el otro día me gustó mucho Back it up, de Beenie Man, a quien yo no conocía. Como es mi costumbre cuando una canción me llama la atención, me dirigí a la Wikipedia y empecé a leer sobre el cantante. Me encontré con la polémica sobre las letras homófobas de algunas de sus canciones y con los problemas que había tenido su actuación en Barcelona el año pasado. Luego estuve leyendo toda la discusión sobre Jamaica, el dancehall, la homofobia y el machismo que hay en la página inglesa de la Wikipedia, y estuve durante muchos días pensando si incluir la canción en el último mix de Los Latidos o no. Al final no lo hice, pero el problema es que todavía no sé si eso era lo correcto.
No sé si alguien en este país se planteó hace unos años lo que hacía cuando cantaba a voz en grito aquella canción de Molotov que tenía una letra tan agradable, Puto. Supongo que se podía argüir que no se conocía el significado que dicha palabra tenía en México, pero la frase "matarile al maricón" era cuanto menos para planteárselo. ¿Había que tomar lo que decía la canción de forma literal o se trataba de juegos de palabras con significados que aquí no podíamos entender? No tengo la respuesta para eso.
Tampoco tengo la respuesta a si se debe rechazar un determinado tipo de música o unas determinadas canciones sin tener en cuenta el entorno donde se producen. Es fácil juzgar a los demás desde este país, instalados en una sociedad cada día más morbosa, hipócrita y pacata, con una doble moral similar a la yanqui, pero no es tan fácil ponerse en el lugar de otros. Quince años de telebasura nos han envilecido de tal manera que resulta difícil mantener las convicciones políticas y morales, e incluso distinguirlas de todo lo que nos rodea.
Más o menos sé que si la letra de una canción en concreto me parece deplorable, no voy a incluirla en un mix. Pero no sé qué tratamiento dar al resto de las canciones de ese mismo artista o grupo.
¿No es una forma de censura el filtrar todas las manifestaciones artísticas que nos llegan dependiendo de la carga política que se derive de ellas? ¿Quiero yo convertirme en ese tipo de censor? Al mismo tiempo, ¿no es un comportamiento déspota y estúpido el considerar que todo lo que se aleje de mis convicciones políticas es erróneo?
Pero, por otra parte, si yo tengo mis convicciones bien establecidas es porque creo que son las correctas, o quizá también porque, sencillamente, no soy capaz de tener otras. En cualquier caso, si me parecieran erróneas, intentaría cambiarlas. Y entonces, ¿no resulta una renuncia a ellas y, por tanto, a mí misma, el tolerar manifestaciones que ideológicamente me repugnan?
Como ven, tengo muchas preguntas y muy pocas respuestas. Y lo peor es que no sé si llegaré a tenerlas algún día.
PD. Existe, por supuesto, otro problema. Soy consciente de que muchas veces no presto atención a la letra de las canciones que escucho, además de que en muchas otras ocasiones simplemente no las entiendo. ¿Me exime eso de preocuparme por su contenido ideológico? Está claro que no puedo buscar información sobre todas las canciones que escucho, pero aún así esta cuestión me resulta incómoda.


